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viernes, marzo 29, 2024
Campaña para ayudar a la nena que su padre metió en el lavarropas

Campaña para ayudar a la nena que su padre metió en el lavarropas

«Un techo para Mía»

La nena tenía 15 meses cuando recibió una golpiza de su papá junto a su madre. Mientras estuvo internada, les robaron todo. También dejó de asistirla el Estado. Buscan ayudarlas a conseguir un terreno en General Belgrano.

La primera pregunta que suele escuchar Mayra Loto cuando cuenta lo que les pasó es si a su hija de dos años le quedó alguna secuela física o neurológica. La respuesta es “no”. Mía, milagrosamente, es una nena normal. Después del alivio, uno se pregunta si esas “otras” secuelas, más silenciosas, también serán evitables cuando crezca y tenga la capacidad de comprender que su padre es un violento que golpeaba a su mamá hasta dejarla inconsciente. Y que un día se la agarró también con ella, una bebé de apenas 1 año y dos meses. Y que tomó un palo de escoba e intentó partírselo en la cabeza. Y que después le dio un golpe de puño, y otro, y otro más. Y que por último la tiró adentro de un lavarropas de paleta en funcionamiento.

Pasaron nueve meses de esa madrugada brutal. Ahora Mía está aprendiendo a hablar. Corre sin parar. Se la ve feliz. Ríe. Aún no comprende lo que le tocó vivir. Ahora la rodea un grupo de personas vestidas con la misma remera que dice “Un techo para Mía”. Sí, un techo para ella, para su hermano de 7 y para su mamá. Ayer se llevó a cabo la primera jornada de una colecta solidaria que continuará hoy en 20 ciudades de la Provincia y busca recaudar $ 140 mil para comprar un terreno en General Belgrano, un pueblo de 17 mil habitantes ubicado a 160 kilómetros de la Capital.

“Cuando todo esto pasó Mía fue internada en el hospital Garrahan, en estado delicado varios días. Dejamos sola nuestra casa en Quilmes y el día que volvimos nos encontramos con el desastre: nos habían robado todo. Ni la ropa, nada nos dejaron”, recuerda Mayra, que no tiene familia (su mamá la golpeaba y su papá la violó a los 14) y desde entonces vivió en más de diez lugares ‘de prestado’ . “Por eso significa mucho tener un techo, no quiero que mis hijos tengan que vivir lo que yo pasé, ni que duerman en el piso o les falte comida”, desea esta mamá, de apenas 23 años.

Lucas Dogliotti, el agresor, está preso desde el 21 de julio de 2014 en el Penal de Olmos y en octubre el caso llegará a juicio oral. Desde entonces, Mayra peregrinó junto a sus dos hijos por casas de amigos, vecinos y familiares que le daban un espacio para dormir. Su abogado, Julio Torrada -que además es el padrino de Mía y titular del Instituto de Políticas de Género Wanda Taddei, asesinada por el ex Callejeros Eduardo Vázquez – fue el impulsor de esta campaña que también se está realizando en las plazas de Chascomús, Ranchos, Pila, Lezama, San Miguel del Monte, Rauch, Ayacucho, Tandil, Mar del Plata, Pinamar, Villa Gesell, Ostende, Tornquist, Lanús, Castelli y Lobos. “Buscamos el terreno más barato del pueblo para comprar, un baldío de 15 x 35, donde Mayra hará su casa. Ya recibimos una cama, una heladera, un televisor, ropa y juguetes, y además se hizo una convocatoria abierta para que albañiles donen horas de trabajo y corralones nos den ladrillos y materiales para construirla. Hasta la semana pasada estaban viviendo en un asentamiento en Almirante Brown, no tenían ni agua ni luz. Las dos están vivas de milagro y repasando cómo y dónde han estado el último tiempo, puedo decir que su vulnerabilidad es total y el riesgo permanente”, asegura Torrada.

Cuando Mía estuvo internada, Mayra recibió ayuda del Ministerio de Desarrollo Social, “llegaron a darme leche, pañales y mercadería, pero fue sólo un par de veces, después no vinieron más”, lamenta. “También me tramitaron un subsidio para enero, febrero y marzo, que nunca llegó a mis manos. Si bien no tengo domicilio fijo siempre tuve un número de teléfono donde me pueden ubicar pero nadie llamó”, asegura.

Recuerdos del horror

El nudo en la garganta es tan fuerte que dan ganas de no haberle preguntado jamás “qué recordás de ese día y esa noche”, porque Mayra puede rememorar todos los minutos y acordarse de todos los detalles. Revive el frío de julio, la sangre, los moretones, la locura de querer morir y matar al mismo tiempo. “Fue una madrugada entera tratando de sobrevivir. No era la primera vez que me pegaba pero ese día los golpes de puño y los palazos no fueron sólo para mí. También los recibió Mía. La pateaba como si fuera un perro, a mi me abrió la cabeza, incluso hasta el día de hoy tengo marcas de los palazos. Ella tenía la frente desfigurada, la espalda en carne viva, la boca hinchada y casi al final la sumergió en el lavarropas con agua. Después nos hizo desnudar a las dos. Era pleno invierno. Nos tiraba gaseosa, a la nena le vació una botella entera encima. Llegué al punto de pensar que para salir viva de ahí tenía que matarlo, pero no sabía cómo”, recuerda.

Silencio. Duele escuchar. Y es injusto y da culpa sentir dolor al escuchar porque es sólo eso, escuchar. Mía tuvo dos convulsiones esa noche por los golpes. “Me lo explicaron los médicos del Garrahan porque en el momento yo no sabía lo que le estaba pasando…tampoco sabía cómo seguíamos vivas. El nos amenazaba con una cuchilla y cuando se quedó dormido pensé que se ‘estaba haciendo’. Yo decía, ¿y si se la clavo en el cuello? tampoco soy una asesina pero lo pensaba y también pensaba ¿y si se llega a levantar? Es terrorífico lo que vivimos esa noche. Tuvimos suerte de que se haya quedado dormido. Envolví a Mía en un acolchado, agarré un cuchillo y escapé por la puerta de atrás porque adelante él había cerrado todo. Intenté saltar un muro y no pude así que deje a la nena en el piso, trepé y saqué las trabas del portón. Cuando salimos empecé a correr hasta meterme en la casa de una vecina. Ese día fue tratar de sobrevivir. Eran las 7 de la mañana, no tenía registro de que había pasado toda la noche. Tuvimos un Dios aparte”.

La semana que viene Mayra planea retomar el secundario nocturno “y cuando lo termine quiero trabajar en la policía pero no por lo que me pasó. Siempre quise y no tuve la oportunidad”.

-¿Pensás en que tu agresor pueda llegar a quedar libre?

-Supuestamente le van a dar 15 años, pero yo siento que en este país no hay Justicia. Yo a los 14 años sufrí una violación y esperé siete años por un juicio para que le terminen dando tres años. Y como no era reincidente, lo dejaron libre y hoy está en la calle. Con el padre de mi hija no volví a tener contacto desde esa noche. Pero si llega a volver a la calle, me va a buscar, yo lo sé, no vamos a estar tranquilas nunca.

Clarín Zonales Geraldine Mitelman

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