Cómo conseguir que nos entiendan
Para
ser un comunicador eficaz se deben poseer las siguientes
características: claridad de objetivos, agudeza sensorial y
flexibilidad. A continuación puede descubrir de qué se trata cada
una.
Dado que estamos
constantemente en contacto con la gente y que es cada vez más
frecuente el trabajo en equipo es sumamente importante que nuestro
mensaje sea entendido por quien lo recibe, especialmente
considerando que podemos vernos en la situación de tener que
dialogar con personas de diversas edades, pudiendo producirse en
esos casos una sensación de que existe una brecha generacional que
dificulta la comprensión mutua.
Para asegurarnos que esto no suceda
debemos prestar atención constantemente a los signos tanto verbales
como no verbales que emite nuestro interlocutor.
¿A quién no le ha pasado alguna vez
decir algo que consideraba agradable y recibir cierto enfado como
respuesta? Si nuestro objetivo había sido que quien nos escuchaba se
sintiera elogiado, entonces hemos errado en la forma de conseguirlo.
En principio es necesario conocer
exactamente cuál es nuestro objetivo. Dado que toda comunicación
supone influir en el otro, es fundamental saber qué respuesta
queremos suscitar.
Si estamos atentos a las respuestas que obtenemos, sabremos si vamos
por buen camino o debemos cambiar de rumbo. Estos son principios
básicos de un buen comunicador, quien sabe dónde quiere llegar y
evalúa permanentemente si está siguiendo el camino correcto, y si
descubre que se ha desviado retoma su rumbo.
Para esto se debe ser flexible, si no se obtiene la respuesta que se
busca lo más indicado es cambiar, hacer cualquier otra cosa, ya que
si se continúa haciendo lo mismo se obtendrán las mismas respuestas.
No todos los seres humanos somos
iguales, por lo tanto no respondemos de igual manera a los mismos
estímulos, y eso implica que no podemos tratar a todas las personas
del mismo modo.
Sólo si estamos atentos a las respuestas que generamos y somos lo
suficientemente flexibles para modificar nuestro comportamiento cada
vez que nos alejamos de la meta podremos aumentar las posibilidades
de alcanzarla.
Para ello suele ser de gran utilidad creer que uno es el responsable
de la respuesta generada en el otro. Si bien esto es cuestionable,
al adoptar esta creencia es más sencillo producir los cambios
necesarios en nuestra propia conducta, que inevitablemente influirán
en la del otro, y sin duda es más fácil y dinámico variar nuestro
modo de comunicación de acuerdo a quien nos dirijamos, que pretender
que todos los que nos escuchan se amolden a nosotros.
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