El gasto medio en la provincia para ‘El Gordo’ es de 64 euros por habitante, por encima de la media nacional
No pasa un minuto sin que entre una persona. En la administración número nueve de Cáceres, Pilar Iglesias, la lotera, no descansa. «Es que habéis venido cuando más jaleo hay», se disculpa la mujer, tras la ventanilla de un despacho, el del portal número 10 de la avenida de París, que muchos cacereños asocian con los premios, con los millones. Quizás tenga algo que ver la bruja con una escoba que hay colgada del techo.
¿Se nota la crisis? ¿Se vende menos que el año pasado? Pilar -que en el año 2010 repartió tres millones de euros en diez décimos de ‘El Gordo’- responde elevando las pestañas. Después, un segundo de silencio, una mueca dibujada con la boca y la respuesta que se intuye: «Claro que se nota, se nota mucho». «Ahora estamos en plena campaña y se vende más, pero está la cosa floja, se nota», añade antes de seguir atendiendo. Bastan dos minutos para que en su administración se forme la cola, que desaparece con la misma rapidez.
A veinte días del sorteo de Navidad, la ilusión se dispara. «El que antes compraba tres décimos -dice Pilar- ahora compra uno». Pero sigue invirtiendo. Bien lo sabe el organismo de Loterías y Apuestas del Estado, que ha consignado para este año 31,8 millones de euros, repartidos entre casi 160.000 billetes, o sea, 1.600.000 décimos.
Quien tenga la suerte de guardar en su cartera uno que coincida con el primer premio en el tradicional sorteo de cada 22 de diciembre, ganará 400.000 euros. En ello confía la señora que acaba de comprar un décimo para compartir con sus dos hijas, pero que rehúye la foto y el nombre en el periódico «porque está la cosa muy fea». O quizás sea superstición, un tipo de manía que tiene campo abonado en este sorteo.
En la administración de la avenida de París, un hombre repasa durante cinco minutos la lista de los números expuestos junto a la ventanilla. Después, pregunta si todo lo que tienen es lo que está viendo o hay más dónde elegir. Pilar le aclara que la oferta no termina en el escaparate ni mucho menos. Y el hombre acaba gastándose ochenta euros en tres décimos terminados en 65 y otro en 85.
«La terminación preferida es el 13, aunque también se piden mucho los que acaban en 3, 5, 7 y 9, y los que casi nadie pide son el 0 y el 1», explica Juan, de Loterías Doncel, la administración número siete, con dirección en la avenida de España, 9.
Es una de las de referencia en Cáceres. Por ubicación, en pleno centro, y por movimiento. Es raro encontrar alguna de sus dos ventanillas -una que da a la calle y otra interior- sin un cliente pidiendo su ración de suerte. Desde el bagaje que le da estar al frente de uno de los despachos más populares de la ciudad, Juan asegura que «la crisis se nota mucho». «Viene menos gente y la que viene, compra menos». ¿Y los décimos de empresas? «También compran menos -apunta-, se nota hasta en la lotería que encargan las consejerías».
Y eso que Cáceres es una provincia que no escatima para el sorteo de Navidad. El año pasado, el gasto medio por habitante alcanzó los 64 euros, sobradamente por encima de la media nacional, que se quedó en 57 euros. Y la previsión para este año, basada en la consignación a fecha 22 de octubre, repite este guión. Loterías y Apuestas del Estado prevé que cada cacereño se gaste casi 77 euros, frente a los 70 de media nacional. Llama la atención la diferencia con la provincia de Badajoz, donde el gasto medio por habitante el año pasado fue de 37 euros y para este, según lo que se ha consignado, será de 45.
A la luz de estos datos, Cáceres pasa como una provincia bastante aficionada a la lotería de Navidad. Y esto a pesar de que su historial de premios no es precisamente como para albergar demasiadas esperanzas. El año más feliz fue 1986, cuando el primer premio cayó en Coria y en Plasencia. Ha habido otros golpes de suerte, pero de menor entidad. El año pasado, en la región sólo se vendieron premios menores, y en el caso de Cáceres, los diez décimos servidos en ventanilla por la administración de la avenida de París son el precedente al que agarrarse para confiar en que algo así vuelva a suceder. Lo hace, seguro, Pilar Iglesias, la lotera. Y con ella, cada uno de los clientes que ayer pasó por allí para comprar su dosis de esperanza en tiempos de crisis.