Le venden alfajores y dulce de leche A Máxima en Holanda

Le venden alfajores y dulce de leche A Máxima en Holanda

A escasos metros de la Plaza Dam, donde están emplazados el Palacio Real y la Nueva Iglesia, sedes de la próxima investidura de Guillermo como rey, un argentino construyó un rincón donde vende alfajores y dulce de leche y entre sus clientes cuenta nada menos que con Máxima Zorreguieta. Guillermo Mellicovsky, su dueño, dejó Argentina en 1992 «huyendo de la odisea de Menem y Collor de Melo, entre otros mandatarios de esa década», dice con nostalgia, mientras disfruta del notable incremento en las ventas que le trajo la marea humana que por estos días circula por el centro de Amsterdam. «Me llamo Guillermo pero mi esposa me llama últimamente ‘Guillermo de Holanda'», cuenta entre risas el argentino en diálogo. «Máxima vino varias veces a comprar acá», dice orgulloso y a las apuradas mientras despacha varios pedidos del alfajor «Royal House», una variedad de maizena teñida del tono naranja que inunda la fiesta popular holandesa por todos los rincones de la ciudad. «Le gustan mucho los alfajores a la futura reina» cuenta luego «el Guille», como lo nombran los argentinos residentes en este país y que adoptaron el lugar ubicado en la calle Nieuwezidjs Voorburgwal 137 como lugar de encuentro ineludible. Una rápida mirada a las vidrieras, repletas de envases de yerba, dulce de leche, alfajores de varios tipos, chocolinas, mate, chocotortas y cubanitos, entre otros productos, lo transforma -según cuentan algunos argentinos presentes durante la entrevista- en un «imán» para los nostálgicos. Entusiasmado con la ocasión de poder relatar su historia para que la conozcan en Argentina y acompañado por el típico chocolate caliente holandés, Guillermo describe a Máxima como una persona «absolutamente normal» y destaca como un detalle significativo de sus encuentros con la futura monarca: «El trato no fue de su excelencia ni nada parecido, nos tuteamos y todo». «Bueno, antes también andaba sin custodia y podía pasear sola, pero ahora todo eso se va a complicar con su nuevo rol», reflexiona. El negocio tiene 10 años y si bien en un principio «el Guille» no lo planificó como rincón de argentinos, «se fue dando de a poco», explica, mientras nos narra que primero intentó traer alfajores y dulce de leche de Argentina «pero todo se fue complicando y terminé haciéndolos yo», explica. Durante las ceremonias de abdicación e investidura, el negocio deberá permanecer cerrado en el marco de las estrictas y crípticas medidas de seguridad implementadas por las autoridades para la ocasión. «En realidad nosotros teníamos claro que debíamos cerrar, ya que durante el casamiento también tuvimos que hacerlo», explica. «Nos informaron hace tiempo y nos compensan económicamente. Es más seguro para todos» se consuela, mientras muestra a estos enviados que la ventana trasera de su negocio está a «escasos 50 centímetros» de la Iglesia donde el rey Guillermo será investido. Como la mayorìa de los que integran la numerosa y variada colonia de inmigrantes en este país, Guillermo no manifiesta un particular entusiasmo por los ritos y la simbología monarquica, aunque aclara que le desea «la mejor suerte» a Máxima y reconoce «la tremenda popularidad que construyó» durante sus años en el país. Finalmente, revela que la sorpresiva publicidad que logró su local por la estratégica ubicación, hizo que vinieran de la TV belga, de «una revista de mujeres alemana» y de radio North Holland, entre otros medios. «Supongo que ahora que vinieron ustedes van a venir todos los medios argentinos» -cuenta entusiasmado- «para mí mejor, es más publicidad», dice mientras suelta una carcajada. A modo de confesión, agrega que le envió una bandeja de alfajores «Royal House» a Máxima y que aún no recibió respuesta. «Ojalá le sigan gustando y venga siempre», concluye. Fuente > Minutounoc,om

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