Las mejores fotografías de Lestido

Las mejores fotografías de Lestido

Lestido realiza sus trabajos generalmente en blanco y negro dentro de un estilo documental, que se aproxima de forma íntima y dramática a los sujetos que fotografía. Fue la primera argentina en recibir la prestigiosa beca Guggenheim. Su trabajo es reconocido a nivel nacional e internacional, ganó importantes premios y distinciones entre los que se destacan Gran Premio Adquisición del Salón Nacional de Artes Visuales, el Premio a la Trayectoria de la Asociación Argentina de Críticos de Arte, el Premio Leonardo del Museo Nacional de Bellas Artes, la Beca Hasselblad de Suecia, el Premio Mother Jones de Estados Unidos y el Premio Konex de Argentina. La exposición, que puede visitarse hasta el 14 de julio en el Museo Nacional de Bellas Artes, plantea una mirada retrospectiva de sus trabajos. Por ello, reúne los ensayos fotográficos producidos entre 1979 y 2007, articulados en un recorrido cronológico. Se exhiben las series en conjunto de 70 tomas fotográficas de las series Hospital infanto-juvenil (1986-1988), Madres adolescentes (1988-1990), Mujeres presas (1991-1993), Madres e hijas (1995-1998), El amor (1992-2005) y Villa Gesell (2005). En las fotografías de Adriana Lestido se percibe el tiempo que fluye y que va creando un clima emocional, que comparten tanto la mirada de la autora como los personajes. Son miradas inseparables pero a la vez autónomas. La temporalidad del documento es también el tiempo emocional del propio trabajo. Según palabras del crítico de arte Rodrigo Alonso “Lestido es una practicante de la fotografía directa. Prefiere retratar a sus personajes en su entorno, en sus acciones cotidianas, en sus espacios vitales, evitando las escenografías y las poses forzadas. Su cámara está atenta a los pequeños gestos, los movimientos involuntarios, los momentos donde su presencia ha desaparecido por completo para los fotografiados”. “Recurre a la fotografía en blanco y negro, quizás no sólo porque ésta se ha identificado frecuentemente con el registro de la realidad, sino también porque los acontecimientos que registra no precisan aditamentos cosméticos”, dice Alonso. Y concluye en que “el trabajo en series le permite plasmar procesos que se superponen a la individualidad de los instantes capturados en cada toma. En los hiatos entre cada fotografía y la serie que la enmarca hay una apelación al tiempo, a la memoria y al espectador. Al tiempo ausente, que habla de la fugacidad de la vida; a la memoria, que debe reconstruir la pérdida; y al espectador, inducido a recrear las elipsis con su propio legado emocional”.

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