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miércoles, diciembre 11, 2024
El brutal relato de una joven que presenció el abuso en vivo en una fiesta de egresados en Costanera

El brutal relato de una joven que presenció el abuso en vivo en una fiesta de egresados en Costanera

El brutal relato de una joven que presenció el abuso en vivo en una fiesta de egresados en Costanera

La sorpresa invadió la escena. Era una fiesta de egresados más, en un boliche más, de uno de los tantos colegios porteños que celebran el fin de curso. Pertenecía a los alumnos de una escuela de Belgrano, en donde una de las madres compartió a través de las redes sociales la denuncia y el relato expresado por J., una joven de 20 años que fue testigo del abuso a una menor de 15 años en la disco Caix de Costanera Norte. Todavía no eran las 4 de la madrugada del sábado. «‘Me muero de calor, salgamos un poco’, me dice mi amigo. Este boliche tiene una parte de afuera muy grande con vista al río, pero hay una parte especial donde no da mucha luz y estaba todo oscuro. Pasamos caminando por ahí cuando escucho una especiede grito femenino que no llegaba a ser grito, como un grito ahogado», expresó la joven. En su relato compartido, relevó detalles estremecedores: «Veo una chica, una nena. No pasaba el metro cincuenta, morocha y flaquita. No podía ni estar parada. Estaba rodeada de chicos, todos la doblaban en altura. Dos la sostenían de los brazos mientras uno la empujaba contra la pared, donde estaba otro chico; éste, desde atrás, le metía la mano adentro del short, mientras que el de adelante la tocaba por adentro de la remera». «Veía que la chica balbuceaba algo, movía la boca, pero me daba cuenta que no podía hablar. Se me heló el cuerpo. Veía como el chico de atrás con una mano la agarraba de la cintura y la otra la movía adentro del short, mientras que el de adelante cada vez le apretaba las tetas con más fuerza. Me dieron ganas de vomitar, no me podía mover, no podía ni hablar, mi cerebro iba a 100 por hora pero mi cuerpo no reaccionaba. Había perdido a mi amigo de vista. Era yo sola contra todos ellos». «‘La están violando, reaccioná, ¡la están violando!'», se dijo la joven. «Lo que para mí fue una eternidad debieron haber sido menos de 30 segundos; lo que para mí era una distancia interminable entre esa chica y yo debieron haber sido menos de dos metros. Empujé a 3 de los chicos que la sostenían y la agarré de la muñeca, tiré de ella para poder sacarla de ahí, pero el chico con la mano en su short no tenia muchas ganas de soltarla. Con mi mano en forma de puño junté toda la fuerza que tenía y le pegué en la cara al chico para que la suelte. Me dolió, me dolió toda la mano, pero más me dolió el alma. Me dolió el corazón. Me dolieron los ovarios. Los cagones se fueron corriendo y los perdí de vista. Cuando logró preguntarle el nombre, la joven -llamada V.- se cayó. No podía mantenerse parada. «(…) Se le doblaban las rodillas. ‘¿Pero quién te creés que sos?’ -escucho atrás mío- ‘Es mi amiga, soltala’. Me di vuelta y otra chica de un metro cincuenta, pero rubio, me gritaba y empujaba. No se cómo pude hablar, el nudo en la garganta me estaba haciendo presión y los ojos llorosos no me dejaban ver bien. ‘¿No viste lo que le estaban haciendo a tu amiga? Reaccioná piba’, le grité. «‘Ella quiere’, me dijo. Yo seguía sosteniendo a V. de un brazo. V. seguía sin poder pararse bien. (…) Ignoré a la rubia. ‘Confiá en mi por favor, ¿cuántos años tenés?’. ‘Voy a segundo año’, volvió a balbucear. ¿14, 15 años como mucho? Me daba vueltas la cabeza. Se me acerca otro metro cincuenta, esta vez varón. ‘No la conozco mucho, la rubia es mi amiga, pero te digo algo de V.: es re puta. No te pongas mal por lo que pasó (…)'». El relato es dramático. La joven, asistida por un hombre de seguridad, fue llevada a la enfermería del boliche. «(…) Después de un rato empecé a sentirme mal, me estaba bajando la presión, me latía la cabeza y tenía muchas ganas de vomitar. Miré a los padres responsables que miraban la fiesta desde una piso de arriba, y ya siendo casi las 4 de la mañana le dije a mi hermana: ‘no te vayas a la parte oscura, quedate siempre a la vista de los papás, ¿entendés?’. Asintió y siguió bailando en la tarima». «Me quedé tranquila sabiendo que de ahí no se iba a bajar. Ahora que lo pienso se lo debería haber dicho a algún padre, pero en

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