Las contradicciones detrás de los “precios cuidados”

La lista de productos del plan oficial encierra numerosas contradicciones. Dos paquetes de yerba de 500 gramos son más baratos que el grande de un kilo. Tres unidades de galletitas resultan, paradójicamente, más económicas que la versión económica. O, a la inversa, el kilo de manteca en la presentación de 100 gramos cuesta cerca del doble que en la de 200 gramos. En los nueve meses que pasaron desde su creación, el programa Precios Cuidados engendró un universo de distorsiones que se revelan al poner la lupa sobre la lista ampliada a 383 productos desde este mes. El contraste con otros artículos fuera de la nómina revela incoherencias atípicas en las góndolas. En una recorrida por distintos supermercados de CABA, un diario local se encontró con varios ejemplos de desviaciones que pueden pasar inadvertidas a los ojos de los que sólo se guíen mediante los carteles del programa oficial para ahorrar a la hora de llenar el chango. A contramano de lo que suele ocurrir en la industria alimenticia (o en cualquier otra), la compra por cantidad puede encarecer el precio en lugar de abaratarlo. Otra de las desviaciones del programa es la ampliación de la brecha de precios entre los «cuidados» y el resto. Como ha dicho el mismo Gobierno, y se advierte en el sitio web, «Los Precios Cuidados no son ofertas (…) son precios que permiten obtener márgenes razonables a lo largo de la cadena de producción y comercialización». Según lo escrito, «si productos muy similares tienen precios muy distintos, algunas de las empresas están obteniendo márgenes abusivos a costa del bolsillo de los consumidores». La «magia» de los precios cuidados, sin embargo, consiste en crear una realidad ficticia que avanza a un ritmo más lento que la inflación. Así y todo, como se afirma, existen precios más bajos. En muchos casos, las marcas propias de los supermercados o promociones puntuales abaratan los productos por debajo de los precios cuidados. Ahorrar en el supermercado demanda más que «mirar para cuidar». Fuente: La Nación