La adicción al juego o ludopatía

“He sido jugador de toda la vida”, expresó Carlos Arturo del Moral, presidente de Jugadores en Recuperación.

“Nunca he ganado un premio grande”, comentó José María Avila, jugador de lotería

Con diferentes matices, Carlos y José María son dos jugadores compulsivos, una adicción que va en aumento en nuestro país.

Él ha apostado desde siempre. Ha practicado casi todos los juegos de azar: desde los volados hasta la ruleta y a sus casi 60 años ha perdido dinero, familia y amigos.

Contra lo que pudiera pensarse, a los ludópatas no los mueve el dinero, sino el placer que les da cualquier situación en la que el resultado sea incierto.

“¿Por qué? Porque se crea una adrenalina en el cuerpo que lo hace a uno sentir bien”, indicó Del Moral.

“Si no gano nada, cuando menos me queda la satisfacción de ayudar a la gente, supuestamente, la lotería ayuda”, dijo José María Ávila.

“El jugador busca una emoción fuerte, una emoción intensa, es una búsqueda patológica. El jugador no juega para ganar, el jugador juega para jugar, para sentir la emoción de la apuesta”, destacó José Antonio Elizondo, director del Centro de Atención Integral en Problemas de Adicción.

Los especialistas identifican tres etapas de la ludopatía: la primera es la del ganador, cuando el jugador tiene la suerte del principiante. En su afán de repetir la emoción del primer triunfo, pasa sin percatarse a la etapa de perdedor; pero para entonces el juego se ha hecho un hábito que puede ser diario, semanal o mensual.

“Una vez, en media hora me gané 30 mil pesos. Una partida de 17 mil pesos y otra de 13 mil. Ese día yo tenía un compromiso de trabajo y me salí, pero al otro día fui con mis 30 mil pesos y me los gasté y me gasté 10 mil pesos más de dinero mío”, recordó Del Moral.

Después de la etapa de perdedor, viene el derrumbe.

“La última fase, ya en esta fase el jugador perdió a su familia, perdió su trabajo, anda endeudado y escondiéndose de los demás, pero siempre jugando con la esperanza de que le voy a pegar al fuerte, voy a ganar y entonces me voy a recuperar. Muchos jugadores en esta fase de derrumbe o terminan en la cárcel o terminan suicidándose”, declaró José Antonio Elizondo.

Se estima que cada jugador compulsivo afecta entre 15 y 20 personas de su entorno a quienes miente o pide prestado.

“Hay gente que hace fraudes, gente que roba, hay gente que mata para tratar de conseguir dinero”, señaló el presidente de Jugadores en Recuperación.

“El dinero que obtienen de estos robos no es para pagar, es generalmente para seguir jugando, porque la única obsesión que tiene el jugador es ganar una gran cantidad de dinero y salir de sus deudas”, añadió José Antonio Elizondo.

No se sabe con precisión cuántos jugadores patológicos hay en México. De acuerdo con una encuesta de Consulta Mitofsky el 16% de los mexicanos son adictos a los juegos de azar.

El ludópata no conoce límites. En una partida de naipes, dados o en la ruleta puede jugarse la colegiatura de los hijos, el gasto familiar, el coche, la casa y hasta la mujer. Total, parafraseando a José Alfredo Jiménez, para el adicto la vida no vale nada y cree que se respeta al que gana.

Como todas las adicciones, la ludopatía no es curable, pero el enfermo puede dejar de jugar mediante tratamientos psicológicos y terapias grupales

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