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Día del Amigo: Para que están los amigos?

Hoy los científicos afirman que la amistad duradera agrega años de vida.

La importancia de este vínculo esencial en un mundo individualista.


Vivo a una cuadra, así que me levanto y me vengo para acá… Aunque llueva o me duela la cintura. Este es mi segundo hogar…"

Ofelia, una mujer en quien la belleza no ha dejado de irradiar su luz y que hoy –justamente hoy– cumple 94 años, habla orgullosa de su amistad con Rosa (la Nona), que tiene casi su misma edad (cumple los 94 el 25 de septiembre) y que posiblemente sea el factor que mejor explique cómo Ofelia, luego de perder a sus dos hijas en trágicas circunstancias, pudo sobrevivir, criar a sus dos nietos y hasta animarse a ir al programa de Roberto Galán buscando un nuevo marido.

La amistad que Ofelia y Rosa comparten desde hace 40 años (ver recuadro Amigas de fierro) es un buen ejemplo de las conclusiones a las que llegaron Lynne Giles y un equipo de investigadores de la Universidad Flinders, en Adelaida, Australia, al analizar los hábitos de casi 1500 personas mayores de 70 años durante una década. A la hora de los balances, descubrieron que aquellos que tenían más vida social y contaban con uno o varios amigos "confidentes" mostraban mayor sobrevida al final del estudio. La sorpresa fue que el contacto con la familia (parejas, hijos, nietos, sobrinos, etc.) no estaba necesariamente asociada con una vida más larga.

"Tener buenos amigos, especialmente en la vejez –dijo la investigadora Lynne Giles a la Revista–, permite mejores hábitos de vida, menos depresión y una sensación elevada de autoestima. Las personas sienten que pueden intervenir en la vida de los otros, dando consejos y apoyo, y esto les hace bien; se perciben útiles, eficaces."

Además de estas ventajas, los científicos de la Universidad de Flinders hallaron que las personas mayores con amigos atendían mejor su salud mediante seguros y planes sociales, posiblemente porque intercambiaban más información.

Ray Pahl, sociólogo del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad de Essex, Inglaterra, y autor de un libro de reciente publicación titulado Rethinking Friendship (Repensando la amistad), no se sorprende con estos resultados: "Nos hemos tomado bastante tiempo para reconocer que en las redes sociales se juegan aspectos tan importantes para la salud como otros hábitos cuyo valor no se cuestiona, como el hecho de no fumar".

Placer, utilidad, virtud

Aristóteles, en su Etica a Nicómaco, clasifica la amistad en tres tipos: aquella que está basada en el placer (generalmente las relaciones juveniles, intensas pero efímeras), la que se apoya en la utilidad (a menudo asociadas a transacciones comerciales y al mundo del trabajo, como diríamos hoy día) y, finalmente, la que está fundamentada en la virtud, que para muchos es la auténtica amistad, o "amistad perfecta", como la llamó el propio Aristóteles.

Este tipo de vínculo se construye sobre la base de la bondad, y ocurre cuando alguien quiere a otro por lo que es, no por una cualidad o característica eventual, y sobre todo cuando desea para esa persona el bien por el bien mismo.

Para los que creen que el tiempo pasado siempre fue mejor, vaya la advertencia de que ya en época de Aristóteles el tercer tipo de amistad era un bien escaso y ocurría raramente, porque demandaba tiempo e intimidad para surgir y florecer, aclaraba el filósofo griego. Por eso, cuando existe, justifica que sea festejada.

El lazo social

Las relaciones y redes entre las personas parecen cada vez más amplias y complejas. Pero el sociólogo inglés Ray Pahl plantea que sigue siendo la solidaridad –algo así como una suerte de "pegamento" interpersonal– el "fueguito" que mantiene vivas a las sociedades. Quizá son formas de solidaridad distintas de las que Emile Durkheim distinguió en su obra fundadora de la sociología moderna, a fines del siglo XIX, porque en la actualidad este sentimiento es más borroso. Pero está.

"Son solidaridades escondidas, o hidden solidarities –dice el profesor Pahl–. Vivimos en comunidades cada vez más competitivas, en las que todos somos potencialmente rivales. Sin embargo, el consumismo al que somos estimulados no pudo destruir por completo estos sentimientos. Seguimos viviendo en «comunidades personales» de distinto tipo y tamaño, que pueden incluir a personas geográficamente lejanas, aunque no es lo habitual. En esas comunidades algunos integrantes de la familia (hermanos, primos) pueden funcionar como amigos, y en esas redes suelen ingresar también vecinos y compañeros de trabajo o de estudio. Pero no compartimos la idea de que los contactos a través de la Web puedan definirse como amistad. Probemos pidiéndoles que busquen a nuestros chicos en la escuela y veamos qué resulta… Chatear es sólo una pequeña parte de lo que representa la amistad."

Mark Vernon, otro inglés a mitad de camino entre la sociología y la divulgación científica, sugiere que las formas actuales de ser amigos –estilos más flojos y abiertos– enfatizan la idea de "comunidades de elección", en lugar de "comunidades de destino", y, en este sentido, la amistad puede construirse desafiando la cercanía geográfica.

La socióloga argentina Ana Wortman, titular de la cátedra Individuo y Sociedad de Consumo, de la Carrera de Sociología de la UBA, dice que los argentinos somos bastante reconocidos en buena parte del mundo como solidarios y amigables, y que en un trabajo de investigación sobre el uso del tiempo libre las reuniones con amigos figuraban en el primer lugar, aun antes del contacto con la familia.

La socióloga añade que después de la globalización de los ’90 y la crisis de 2001, la publicidad –que es un buen mirador desde donde observar los cambios sociales– empezó a reflejar otra vez un valor que aquella década había erosionado: la solidaridad, la amistad, los afectos.

"Los avisos empezaron a mostrar qué nos unía, qué hacía que siguiéramos siendo sociedad, y si bien era una estrategia de mercado, tomó sentimientos que estaban en la gente: ante la crisis, lo auténtico era refugiarnos en los afectos, acercanos a la familia, a los amigos –analiza Wortman–. Fue una apelación a lo comunitario, a los lazos primarios."


Toda una vida

Liria Cravino y Elsa Rastelli se saben de memoria el camino. Son las mismas calles de barrio con aroma a tilo y a flores de azahar donde viven desde hace más de 70 años, y donde vivieron también sus padres, hace mucho tiempo, cuando llegaron desde Italia a construir ese destino laborioso de inmigrantes. Elsa y Liria ahora caminan despacito por esas mismas cuadras que cuando eran chicas descontaban a saltos y zancadas, después de la escuela.

Se conocieron en el recreo, cuando una pasaba a cuarto y la otra a segundo grado, y mientras recorren el patio y las aulas de "la 16" (como llaman a la escuela Sarmiento, de Haedo, que en septiembre del próximo año cumplirá un siglo) recuerdan aquellos años de infancia tan cristalinos, tan lejanos.

"En la secundaria fuimos a distintas escuelas –explica Liria, que está casada con Luis, tiene dos hijas (Rosana y Cecilia) y cuatro nietos (Cinthia, Melina, Guillermo y Macarena)–. Pero a los 15 o 16, cuando empezaron los bailes, volvimos a ser carne y uña"; lo cuenta y mira con cariño a su gran amiga, que a diferencia de ella nunca se casó y hace siete meses perdió a Alicia, su única hermana, enferma desde hacía muchos años y a quien dedicó su vida.

No había sábado en que Liria y Elsa faltaran a los bailes en Bomberos de Ramos Mejía. En aquellas noches nació una regla: "Si Liria bailaba con un muchacho, aunque fuera una sola vez, ese muchacho ya era intocable para mí, y lo mismo de parte de ella", explica Elsa, eterna fanática del tango y orgullosa de una fórmula que no admitía negociaciones.

Después, el grupo se agrandó: en el Ministerio de Obras Públicas, donde trabajaba, Liria conoció a Emilia. Y la invitó a sumarse. Elsa, que fue cajera y tesorera en una importante agencia de automóviles, se hizo amiga de Nelly haciendo trámites. Y también la invitó a Bomberos. De pronto fueron cuatro, y estas cuatros amigas, casi 50 años después, siguen reuniéndose.

Tanto Elsa como Liria tuvieron festejantes. Liria se casó a los 32, bastante tarde para su época. "Eramos solteritas, no solteronas", dice, y guiña un ojo, pero advierte: "No éramos tontas, pero siempre había un límite, ¿eh? No como ahora…"

¿Cómo explican una amistad de casi siete décadas? "Siempre nos acompañamos; si había que ir al fin de mundo, yo iba con ella y ella conmigo. Y siempre fuimos muy confidentes", comenta Liria. "Sí, nos contamos todo, pero ¡ojito! somos dos tumbas –reafirma Elsa–. Cuando ella se casó, fui testigo de su casamiento, pero pensé que nos íbamos a alejar. Por suerte, me equivoqué: ya no hubo bailes, ahora Liria era una señora casada… (Risas) Empezamos a ir más al teatro y al cine, pero la amistad siguió. Tengo otras amigas, y también a mi sobrina, hija de mi hermana, a la que adoro. Pero Liria es especial. ¿Qué haría yo sin ella?"


Made in Argentina

Como el dulce de leche, el colectivo, la birome y la identificación de las personas mediante las huellas dactilares, El Día del Amigo es un invento argentino. Fue idea del doctor Enrique Ernesto Febbraro, odontólogo, profesor de filosofía y psicología, y pianista.

Febbraro, que tiene dos hijos y cuatro nietos, vive en San Cristóbal junto a su tercera esposa, Olga Rafaela Pellegrini: "Soy dos veces viudo –explica–: mis compañeras anteriores se enfermaron y murieron jóvenes; fue muy amargo".

El creador del Día Internacional del Amigo fue uno de los primeros locutores de Radio Argentina, trabajó en la sección Crítica Bibliográfica de ese diario junto a Miguel Félix de Lamadrid, fundó dos Rotary Club y ocho clubes de Leones, publicó libros de filosofía, de psicología y de poemas, es Ciudadano Ilustre de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires y candidato, dos veces, a recibir el Nobel de la Paz.

–Digo "amigo" y no "amistad" porque el amigo es alguien concreto, de carne y hueso –explica, con su voz grave–. Creo que los amigos verdaderos difícilmente sean más de cinco, como los dedos de la mano…"

Durante años, Febbraro deshojó calendarios buscando en qué jornada celebrar el Día del Amigo. "Hasta que, cuando la NASA anunció la llegada del hombre a la Luna, pensé que sería un gesto de amistad de la humanidad hacia el universo." Una semana antes del histórico paso, Febbraro y varios colaboradores pusieron manosa la obra y enviaron mil tarjetas a personas que él había conocido en sus viajes por el mundo. "Allí, en distintos idiomas, proponía designar el 20 de julio como Día Internacional de Amigo y quien estuviera de acuerdo debía responder."

A vuelta de correo llegaron 700 cartas. El acuerdo estaba firmado. Se formó entonces la Comisión Permanente Pro Día Internacional del Amigo, que en ese momento, recuerda, "contó con 500 mil adherentes". Dice que es en América latina y en Australia donde más se recuerda la fecha."El argentino es muy amiguero, pero ser amigo no es ser compinche –reflexiona-. Los compinches siempre son cómplices para travesuras, y entre amigos los valores básicos son la honestidad, la lealtad… ¿Si la amistad está en crisis? Pienso que sí. Es que se han subvertido valores morales; por ejemplo, el cumplimiento de la palabra dada, que antes era sagrado. Los amigos son nuestro otro yo. Y no sé cuánto de eso es fácil encontrar hoy en día…"

El doctor Enrique E. Febbraro, odontólogo argentino creador del Día del Amigo.


Elogio de la amistad.


"La amistad es un alma que habita dos cuerpos; un corazón que habitan dos almas" Aristóteles 384 a.C.- 322 a.C.

Llamamos amistad a un sentimiento recíproco y estable, que se anhela y se atesora, y se manifiesta en los afectos que disfrutamos a través de la producción cultural humana. Se trata de visitar juntos un lugar curativo: el de los sueños compartidos. Precisamente por eso, gozar de la amistad es salud. Es curarse en salud. Contra la tristeza común, contra la presión de la excesiva realidad de la vida cotidiana, la amistad es un descanso. Por eso, me gusta considerarla uno de los factores antidepresivos de la vida cotidiana. Algo que se teje y se mantiene en los lazos sociales. Es casi como estar a solas –pero no solos–, en compañía de otro que no pretende algo diferente de estar con uno. Ese otro, el amigo, sabe estar y escuchar. A veces en silencio, pero siempre haciéndose eco, que en nuestro lenguaje cotidiano significa responder a lo que nuestro amigo precisa en ese momento. Acorde –como un acorde en la música– con ese acompañar a alguien que, al sentirse vivo, "sufre" con el vivir de la vida. Ese "sufrir viviendo la vida" es el estado que precisa la "simpatía acorde", que algunos llaman empatía y otros llaman amistad. En ese estado de simpatía acorde, la resonancia es recíproca. Ambos se reparan para seguir. A veces, en grupo.

Como aquella "recóndita armonía" de la música y de lo bello, el sentimiento que circula en la amistad logra reparar las grietas del alma, que vive entre la vida cotidiana y "esa otra escena", la de los sueños compartidos que señalábamos al comienzo. Si logramos lazos de solidaridad tenemos la clave para entrar en esa zona y descansar del costoso trajín de vivir cotidiano. ¡Para eso son los amigos, tan necesarios! ¡Para eso son los sueños universales, tan necesarios! Contra las pesadillas que amedrentan cada día, amistad es solidaridad en circulación permanente; es generosidad. Es un don especial que sostiene el lazo y responde; es disponibilidad... La amistad afianzada permanece, latente, y revive cuando es convocada. La amistad permite sostener el deseo de vivir, el gusto por la vida y sus placeres e ilusiones, l os ideales, nuestra continuidad... y, sobre todo, tolerar la incertidumbre. Recordemos lo que nos dice Shakespeare: "Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero".


Amigas de fierro

Hoy, como siempre, es tarde de té y galletitas. Ofelia Campanelli y Rosa Casella (la Nona) son amigas. Se conocieron "de grandes", cuando ambas ya eran viudas y habían pasado los 50. Cualquiera podría envidiarlas: tienen una piel y una lucidez estupendas, están delgadas, se mueven con rapidez.

"Soy muy metódica, nunca fumé, porque mi marido se murió por el cigarrillo, y como de todo, pero sin exagerar", comenta la Nona, como si entregara una fórmula sagrada.

–Ah, no… yo no –dice Ofelia–. A mí no me arreglás con un tecito con leche antes de irme a dormir. Yo como de todo.

–Y claro, por eso vos tenés problemas de vesícula –retruca la Nona–. Yo, para evitarlos, por las dudas me la saqué…

La risa vuelve a flotar por el patio de la casa que la familia Casella ocupa desde hace más de 70 años. Las dos amigas tienen sangre italiana: Rosa vino de Génova; los padres de Ofelia eran de Catanzaro. Rosa tuvo cuatro hijas, pero dos fallecieron pequeñas. Ahora tiene cuatro nietos, siete bisnietos, una tataranieta y otra en camino, y recuerda con más exactitud los nombres de todos sus descendientes que sus dos hijas, Blanca (que ya pasó los 70) e Irene (que tiene más de 60). La historia de Ofelia es dura: tuvo dos hijas; las dos se quitaron la vida. De la menor le quedaron dos nietos, Nicolás y Constanza, de 31 y 27, a quienes Ofelia crió.

–Los chicos tenían 8 y 12 años –recuerda–. Si me tiraba en la cama a llorar, ¿qué ejemplo les iba a dar? Me hice un poco fuerte y seguí adelante.

La casa de la Nona es el lugar habitual de reunión. De allí parten dos veces por semana rumbo a la Sociedad de Fomento Villa Rivadavia, en Haedo, donde juegan a la lotería, a la escoba del 15 y al bingo.

–Vamos caminando: son cuatro cuadras... es bueno un poco de ejercicio –explica la Nona.

–¡Pero qué ejercicio ni ocho cuartos...! –retruca Ofelia–. Es porque no querés pagar el remise… Es que ella (mira a la cronista y hace un gesto) es un poco "codito"…

"Las chicas" –como las llaman– se toman el pelo todo el tiempo, pero cuentan las hijas de la Nona que son confidentes como pocas y que vaya a saber qué secretos guarda la una de la otra. Esa confianza mutua es el tesoro mejor cuidado que comparten y que posiblemente ayude a explicar por qué Rosa y Ofelia ya planifican cómo van a festejar sus centenarios…


Puzzle de psicólogos

Hace casi 20 años, Jorge Barraza, Iván Tcherkaski, Guillermo González, Marcelo Alvarez Travieso, Mariano Zavala, Rodrigo Valvuena y Mariana Martínez eran compañeros del primer año de psicología en la Universidad de Belgrano (UB). Si bien entre Barraza –como lo llaman todos– y Mariana siempre "se tiraron los galgos" (y terminaron casándose y teniendo dos hijos: Facundo, de 4 años, y la recién nacida Juana), en poco tiempo el grupo se fortaleció y sumó más integrantes.

El "peaje" para ingresar –por así decirlo–, siempre fue ser psicólogo, con excepción de dos permisos; el primero, el que tuvo Jorge Saúd (Turco), un empresario que hacía terapia en el mismo grupo que Jorge Barraza, donde se hicieron amigos, y que luego conoció a Daniela Galante, también por entonces estudiante de psicología en la UB. Daniela (que obviamente es psicóloga) y el Turco fueron los primeros en ser papás: hace 11 años nació Candela y luego vino Valentina, que tiene seis.

Iván, o Chicken, es especialista en psicología del deporte. Se casó con otra psicóloga, Marina Cutuli, ex alumna suya, y tuvieron tres hijos: Joaquín, de 5; Catalina, de 4, y Pancho, de 9 meses. Guillermo, que luego de psicología hizo un máster en administración y trabaja en una institución médica, también eligió a una psicóloga como esposa: su mujer es Angeles Spotorno y son padres de Ramiro, de 3 años, y Felicitas, de 1.

"Nos presentó Marcelo Alvarez Travieso, compañero de la UB, a quien llamamos Pipas", comenta Guillermo, o Willy. Pipas también se casó con una psicóloga, Mariana Mirabella, y son padres de Valentina, de 4 años, que va con Facundo Barraza al jardín de infantes.

El único integrante del grupo original que todavía no pasó por el Registro Civil y a quien todos le pedían una novia "seria", es Mariano Zavala, psicólogo y rugbier, finalmente conquistado por Edurne Ormaechea, cirujana y uróloga infantil, que también tuvo "permiso" para ingresar aun sin ser psicóloga. Pero falta alguien más: Rodrigo Valvuena, a quien todos definen como "el agitador de la coctelera", quien al cabo de algunos años de recibirse volvió a vivir en su provincia, Neuquén, donde se casó con Guillermina, psicóloga, por supuesto, y con quien tuvo dos hijos: Joaquina, de 4, y Cristóbal, de 2 años.

Cuando se reúnen –y lo hacen a menudo; hasta compartieron vacaciones–, todo se transforma en un griterío. "Nuestros hijos se llevan muy bien", explica Daniela Galante, mientras le da la mamadera a Pancho, el menor de los Tcherkaski.

Willy explica que cuando Rodrigo se fue a Neuquén la función de "agitador" la asumió Barraza, "el líder carismático", define Daniela Galante.

Una de las claves que explican tantos años de amistad, "no es que todos seamos psicólogos –bromea Iván–, sino que nos aceptamos como somos, sin prejuicios y sin cuestionarnos". "Las noches más divertidas son las de las grandes diferencias", agrega Mariano Zavala.

Para los varones, hay dos citas semanales infaltables: el partido de fútbol y la cena. Los teléfonos, en cambio, funcionan a pleno, y eso, todos los días.


Cosa de hombres

Hombres al fin, a Nicolás Canzoniero y Fernando Pizarro –Negro y Bocha– les cuesta decir que se quieren y se eligen para compartir lo importante de la vida, pero al cabo de un rato queda clarísimo que más que quererse se adoran y que les resultaría muy difícil vivir sin la presencia del otro.

Ambos tienen 30 años, están casados y tienen hijitas: Nico es esposo de Marisa y papá de Vera, de dos años y medio; Fer se casó con Marina y tuvieron a Violeta, de 10 meses.

El Negro y Bocha se conocieron a los 16, en la secundaria –a los dos les gustaba mucho Soda Stereo– y compartieron aulas, fútbol, música, trabajo, vacaciones, noches de cerveza y desvelos, y alguna vez hasta el interés por la misma mujer (que los distanció y dejó algo maltrechos, pero sólo por un rato).

En septiembre de 2004, recién casado, Bocha, Marina, Ulises (el perro) y Gris (la gata), más todas las ilusiones que podían entrar en el Ford Escort, emprendieron camino a Bariloche. Nicolás le dio un abrazo fuerte y respetó la decisión de su amigo.

Pero en enero fue a visitarlos con su esposa y su pequeña hija, y dos meses después repitió la ceremonia. Bariloche, otra vez, era la meta.

"A los dos siempre nos gustó el Sur, pero lo de radicarnos aquí no fue un plan común, sino pensamientos paralelos que coincidieron", explica Nicolás.

Para Bocha, la decisión de su amigo fue cosa seria. "Nosotros nos vinimos sin hijos –recuerda–, pero el Negro ya tenía a la nena. Fue muy grosso lo que hizo…"

Ni uno ni el otro admiten "haberse seguido". Pero Fernando y Nicolás comparten parte del trabajo (tienen una casa de fotocopias, La Mancha). "Es una sociedad de palabra, de hecho –explican–. Nunca dudamos en trabajar juntos", coinciden, y si bien momentáneamente viven algo lejos, en un tiempo más serán vecinos. "No es que haya buscado estar tan cerca –justifica Nicolás–. La inmobiliaria se equivocó con el terreno y el único que quedaba era el que está al lado de la casa de Bocha. Así que ahí vamos a construir."

Dicen que sus mujeres se llevan bien, pero que los amigos son ellos. No pelean por el fútbol (Nico es de Racing; Bocha, de Boca), y menos por la política. "Nos contamos problemas de pareja –comenta Fernando–. Pero no nos ponemos la camiseta del gremio de los machos: es ridículo creer que porque los dos somos varones tengamos que tener siempre la razón…"

Bocha dice de Nicolás que con él siente una confianza que con otros amigos nunca alcanzó. Nicolás, que es hijo único, confiesa que Fernando es como su hermano. "A mis 30 años, compartí la mitad de mi vida con este tipo. Tengo otros amigos, pero con Bocha es distinto. Y si me preguntás por qué, la verdad es que no lo sé. Estas cosas no se explican…"
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DIA DEL AMIGO

Fuente: http://www.lanacion.com.ar

 

 

 

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