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El príncipe Felipe y Letizia se casaron en Madrid y con lluvia

El príncipe heredero de España se casó ayer con Letizia Ortiz, una conocida periodista de televisión, en una ceremonia a la que acudieron 1.700 invitados, entre ellos 30 jefes de Estado y de gobierno, las más altas autoridades del gobierno y representantes de 40 casas reales. Los españoles desaparecieron de las calles y los negocios y bares quedaron vacíos a media mañana para seguir por televisión el acontecimiento alentados por el mal tiempo que deslució la boda real.

Felipe resumió sus sentimientos y los de su esposa en el brindis que pronunció al final del banquete en el Palacio Real, ya en horas de la tarde. "No puedo ni quiero esconderlo, imagino que salta a la vista: soy un hombre feliz. Me he casado con la mujer que amo. Estamos celebrando hoy que Letizia y yo unamos nuestras vidas en una comunión de amor, responsabilidad, trabajo, respeto y entrega mutua".

El rey Juan Carlos deseó a los novios "una vida colmada de felicidad y entrega mutua animados por la pasión de servir a España". Dirigiéndose a Letizia, le dijo que se la recibía "con los brazos abiertos y con el mayor cariño en el seno de nuestra familia".

Una lluvia que se transformó en tormenta con granizo en algunas zonas cayó sobre los principales escenarios de la boda: la Catedral de la Almudena, el Palacio Real y los 9 kilómetros del recorrido ida y vuelta de los novios hasta la Basílica de Nuestra Señora de Atocha. Unos fastos que estaban organizados para convertirse en un acontecimiento brillante quedaron deslucidos por el mal tiempo, y justificó las expresiones de desilusión de los reyes de España, los novios y el público.

Desde las 10 de la mañana se hizo constante la llegada de invitados, en automóviles y autobuses especialmente custodiados, que recorrían una alfombra roja hasta la puerta principal de la Catedral de la Almudena. Los más populares, como Carolina de Mónaco o el príncipe Carlos de Gran Bretaña, recibieron ovaciones.

Las aclamaciones se repitieron cuando desde el Palacio Real emergió la comitiva de la boda con la reina como madrina del príncipe Felipe. Los 200 metros de caminata sobre una gran alfombra roja se cubrieron a paso vivo en los metros finales porque comenzó a llover intensamente.

Ubicado a un costado del altar, el príncipe Felipe —vestido con uniforme de gran gala del Ejército de Tierra con su grado de comandante— y los 1.700 asistentes esperaron con creciente nerviosismo la llegada de la novia. Letizia Ortiz, con dos damas que acomodaban la larga cola de 4,5 metros de su atuendo nupcial, se encontraba en un Rolls-Royce en compañía de su padre, el padrino de la novia.

Pero una lluvia fuertísima descargó en ese momento y provocó demoras. El príncipe suspiró aliviado cuando divisó a Letizia y su padre en la puerta mientas sonaba el concierto de órgano de Haendel que los acompañó hasta donde se encontraba Felipe, quien saludo a Letizia con un beso en la mejilla. En el sector reservado a la familia de Letizia se encontraban sus padres, sus hermanas, un cuñado y sus abuelos maternos y paternos.

Más atrás, entre las personalidades ligadas al mundo de la cultura se encontraban los escritores Ernesto Sabato, Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez Reverte. También estaban el tenor Plácido Domingo, el cantante Miguel Bosé, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, con su esposa, Sonsoles Espinosa, y el ex jefe del Ejecutivo José María Aznar. Presenciaban la ceremonia representantes de los sindicatos, empresarios, partidos políticos y el mundo académico.

Comenzó la ceremonia y el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, les preguntó a los novios si habían sido coaccionados o si llegaban por libre voluntad. "¿Estáis decididos a amaros y respetaros durante toda la vida?", interrogó el alto prelado. "¡Sí, estamos decididos!", respondieron a coro Felipe y Letizia.

El escueto "Sí, quiero" fue dejado de lado por una fórmula más amplia. "Yo, Felipe, te recibo a ti, Letizia, como esposa y me entrego a ti. Prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad; en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida", proclamó el príncipe mirando cariñosamente a los ojos a su prometida. Letizia utilizó la misma fórmula y después intercambiaron los anillos.

El cardenal Rouco Varela, leyó la especial bendición papal y puso fin a la larga y escasamente emotiva ceremonia. Treinta y cinco testigos firmaron después de los recién casados mientras sonaba música de Bach, el favorito de la reina. Mientras repicaban las campanas y el coro entonaba el Aleluya de Haendel, los esposos abandonaron el templo saludando a quienes los contemplaban desde los bancos laterales, y en la puerta pasaron sonriendo bajo un arco de sables formado por compañeros de promoción de Felipe en las academias de tierra, mar y aire.

A partir de su casamiento, Letizia, además de convertirse en princesa de Asturias, es princesa de Girona, princesa de Viana, duquesa de Montblanc, condesa de Cervera y señora de Balaguer. Podría llegar a ser Regente de España en caso de fallecimiento de Felipe cuando sea rey, por ser madre de un rey menor de edad. También sería Regente si Felipe, siendo rey, quedase incapacitado y el heredero fuera menor.

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