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Según un grupo de científicos, las heridas emocionales duelen en serio, como las piñas

Un equipo de científicos descubrió que, para el cerebro, un desaire es como una cuchillada. En otras palabras, que la mente reacciona como si el cuerpo hubiera recibido un puñetazo.

El dolor que produce el rechazo social es más que una metáfora. Para sostener dicha afirmación, el psicólogo Matthew Lieberman, de la Universidad de California, Los Angeles, Estados Unidos, y sus colegas Naomi Eisenberger y Kipling Williams, analizaron cientos de imágenes cerebrales de 13 voluntarios obtenidas por resonancia magnética. Los escaneos demostraron que, cuando las personas sufrían un desaire social, automáticamente empezaba a funcionar una zona del cerebro al que los científicos identifican como “centro del dolor”. El hallazgo sugiere que cualquier tipo de estrés de origen emocional, como el fin de una relación amorosa o la pérdida de un ser querido, está mucho más asociado al dolor real de lo que se suponía hasta ahora.

Los científicos saben desde hace un tiempo que cuando una persona sufre una lesión física, entra en acción una parte del cerebro llamada cingulado anterior. “Es como una alarma: nos informa cuando sentimos dolor”, dice el doctor Lieberman. Los médicos compararon las evidencias obtenidas durante la experimentación del dolor físico con las imágenes resultantes del estrés emocional y los resultados demostraron que el dolor social comparte los mecanismos cerebrales que el dolor físico. La prueba fue sencilla: los psicólogos sometieron a los voluntarios a varias sesiones de escaneo cerebral mientras jugaban un juego de computadora que plantea atrapar una pelota virtual y arrojársela a dos jugadores que aparecen en la pantalla.

Para empezar, se les dijo que el juego no era importante y que sólo se lo utilizaba para verificar que las conexiones con los otros jugadores sometidos a la resonancia magnética funcionaran correctamente. Pero los investigadores no les estaban diciendo la verdad: los otros jugadores no eran de verdad, estaban siendo controlados por un programa de computación. Cuando empezó el juego, los tres jugadores se pasaban la pelota para que todos pudieran participar, pero, después de un rato, los jugadores controlados por la computadora empezaron a arrojar la pelota sólo entre ellos. “Había gente que salía de los escaners y nos decía: ‘¿Vio lo que me hizo?’”, dice el doctor Lieberman.

Los voluntarios que se sentían más rechazados manifestaron mayores alteraciones en la actividad cerebral. “La respuesta a esta exclusión social es similar a la que se experimenta con el dolor físico. En general, se tiende a creer que el dolor físico es una categoría diferente, superior, al dolor emocional. Pero esto demuestra que el dolor emocional puede causar la misma angustia que el dolor físico”. El profesor Anthony Dickenson, de la University College of London, Inglaterra, es especialista en dolor: “Este tipo de estudios está demostrando que la angustia emocional es genuina, que la gente que está angustiada y perturbada no finge el dolor, sino que los aspectos psicológicos del dolor son reales”. “Es casi una conexión poética”, cierra Eisenberger.

© The Guardian

Traducción de Claudia Martínez.

 

Mas información en:http://www.clarin.com/diario/hoy/t-644462.htm

 

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