Los esfuerzos de Michael Jackson por mantener su autoproclamada condición de “rey del pop” parecen un manotazo de ahogado en un momento en que el paso del tiempo y los cambios profundos en la industria de la música lo están volviendo cada vez más marginal. Las últimas acusaciones en su contra dejaron aún más al descubierto su “promocionado” ostracismo en un clima de infantilismo bizarro como el parque de diversiones Neverland que rodea su mansión y que él mismo diseñó, una actitud cada vez menos tolerable en un hombre de más de 40 años.

Su fortuna se vino desinflando lentamente como un globo pinchado desde que lo acusaron por primera vez de mala conducta sexual en 1993, cuando le tuvo que pagar a la familia de Jordan Chandler, de 13 años, veintiséis millones de dólares para que retirara los cargos en su contra. Pero, incluso sin hacer especulaciones sobre su vida privada, no pudo hacer frente indefinidamente a las tendencias cíclicas de la música pop. Su nuevo álbum “Number Ones”, una compilación de sus antiguos éxitos, da prueba de ello.

Temas de su álbum “Off The Wall”, de 1979 todavía resuenan con energía y frescura. Y los tres grandes hits (para muchos melómanos los más vendidos de toda la historia del pop mundial) “Thriller”, “Beat It” y “Billy Jean” seguirán sonando en algún tocadiscos celestial cuando llegue la hora final. En cambio, los temas más recientes pasan poco a poco al olvido (“You Are Not Alone”, “Break of Dawn”), haciéndose eco del anonimato del álbum “Invincible” del Jackson de 2001, que no se pudo salvar ni con gigantescas transfusiones de dinero, ni con el esfuerzo de un pool de experimentados productores de la industria discográfica. La nueva canción solitaria de Jackson, “One More Chance”, ni siquiera entró entre los 100 mejores temas de la revista Billboard.

Los críticos musicales de las revistas más reconocidas del mundo en general coinciden en que Jackson es un hombre fuera de época, un artista anclado en valores pasados de moda que se volvieron irrelevantes en el mundo de los negocios contemporáneos. En un momento en que el sexo, las drogas y la violencia son moneda corriente en el pop, su fascinación por el Mago de Oz y amigos como Elizabeth Taylor se volvió incomprensible y anacrónica para las actuales generaciones de oyentes.

Mientras la industria discográfica se debilita por el impacto de Internet y acosa con juicios varios a los que alguna vez fueron sus fieles clientes por bajar canciones de la web, Jackson parece ser uno de los muchos lujos que ya no se puede permitir. Como el viejo cartucho de ocho pistas y el long play, Michael definitivamente está pasando a la historia.

© The Guardian