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Más audaz y masiva, una nueva versión de la movida “swinger” sacude la noche de Nueva York

Por estos días, entre ciertos jóvenes aventureros de Nueva York, Estados Unidos, está ganando terreno una renovada versión del ya conocido “swinging” (o intercambio de parejas). Podría decirse que se trata de una forma de exploración sexual de alta velocidad parecida a la mencionada, aunque con un cierto giro, porque ya no se trata de dos matrimonios que hacen un trato para cruzarse maridos con esposas. La nueva tendencia se extiende de la mano de una serie de mujeres jóvenes, especie de promotoras amateurs de fiestas eróticas, que usan a Internet como una herramienta de marketing y, también, como un filtro para asegurarse que todos sus invitados sean seductores y atractivos.

La razón es sencilla: los encuentros son pagos y todo cliente satisfecho suele volver por más. Conscientes de las connotaciones que suele generar el “swinging”, las organizadoras definen su producto como “redes eróticas” y lo bautizan con nombres como “Flirt NYC”, “Skin NYC” y “Cake”. “No se trata simplemente de decir ‘Voy a ir a esta o a aquella fiesta con mi novio para tener sexo con otra gente. La cuestión de fondo es que las mujeres necesitan espacio para explorar su sexualidad y lo cierto es que aquí lo tienen: ellas controlan todo lo que pasa en el cuarto, y lo que no pasa también”, dice Melinda Gallagher, de 30 años, ex alumna de la carrera de Sexología Universidad de Nueva York y fundadora de Cake.

Para el ojo poco entrenado, tal vez cueste distinguir entre una reunión de esta naturaleza y una velada abiertamente sexual. Antes de Navidad, “One Leg Up”, un de los varios grupos que patrocinan este tipo de reuniones, organizó un encuentro destinado a parejas interesadas en aprender más sobre la movida. Los que conocían la contraseña para entrar (“I'm sexy”) ingresaban a un bar y, una vez adentro, se encontraban con la siguiente escena: en la planta baja, unas 25 mujeres, la mayoría de entre 20 y 35 años, en topless; en el subsuelo, en medio de una multitud de 200 personas, media docena de mujeres meneándose al ritmo de una atronadora música tecno.

Pero eso no es nada: en un rincón, una mujer rubia, muy muy joven, peinada al estilo Gwyneth Paltrow, “transando” con un hombre que, a la vez, acariciaba a otra invitada, que “soporta” el estímulo con la expresión abúlica de quien está jugando al mismo videojuego por enésima vez. Un hombre de 36 años, de nombre Ron, experto en tecnología y vecino de Manhattan, que estaba parado contra una pared junto a su esposa, observando la escena, dijo que estaban buscando a otra mujer “para llevar a casa: la mayoría de las veces tomamos un trago, vemos un rato a la gente y nos vamos a casa. Pero, a veces conocemos a alguien que nos gusta y se va a casa con nosotros”.

A los swingers más veteranos les sorprende que las mujeres jóvenes parezcan sentirse tan cómodas abriendo su sexualidad a múltiples compañeros. Angelo Valez, un habitué de la movida swinger de Nueva York y organizador del grupo “Salsa Swingers”, dice: “Cada vez estoy recibiendo parejas más jóvenes, de chicas de 18 o 19 años y chicos de 21 o 22. Tuve que rechazar a mucha gente por ese motivo y no deja de sorprenderme que haya gente tan joven metida en esto”. En una época en la que los chicos no tiene el más mínimo problema en ventilar sus secretos más íntimos y los videos de famosos teniendo sexo no son ninguna rareza, el umbral del exhibicionismo ha bajado y la frontera entre lo público y lo privado está más borrosa que nunca.

Anna, una joven de 22 años, asidua concurrente a este tipo de fiestas, dijo que no le preocupaba que la filmaran teniendo sexo en una fiesta de One Leg Up para el “reality show” de la cadena de cable HBO “Real Sex”. Su principal preocupación era salir bien. En sus fiestas, Palagia, la fundadora del grupo One Leg Up, oficia de “celestina sexual” y “policía de etiqueta”. “Nada de miradas lascivas. No están permitidas”, dice. Además, su código impone que los hombres tienen que pedir permiso antes de acercarse a las mujeres. Para ella nada es casual: el respeto y la conducta son fundamentales porque, según afirma, el objetivo de sus fiestas es “ayudar a las masas a sentirse cómodas con su sexualidad”.

Si bien es cierto que en Nueva York siempre existieron “cuevas” dedicadas a la exploración sexual, la ola de fiestas eróticas organizadas por mujeres empezaron cuando Cake montó su primera velada en un bar de Maniatan, en julio de 2000. El grupo empezó con no más de 100 personas y hoy suma más de 30 mil, con un promedio de asistencia a cad fiesta que oscila entre las 800 y las 1000 personas. En 2002, Palagia, que viene organizando sus propias reuniones desde 1999, inauguró su página de Internet y ofreció su primera fiesta en un lugar público; al poco tiempo, se formaron Flirt NYC y Skin. Los cuatro grupos suelen organizar uno o dos eventos por mes y las fiestas de cada uno tienen su propia identidad.

Flirt, por ejemplo, está orientada hacia mujeres bisexuales y heterosexuales curiosas, mientras que One Leg Up es, básicamente, para heterosexuales. Sólo One Leg Up organiza verdaderas orgías; las fiestas de los otros grupos funcionan como lugares de encuentro con contenido sexual para quienes estén interesados en seguir explorando en privado. Aunque es difícil de probar que estas fiestas estén dando a las mujeres el espacio necesario para explorar su sexualidad, es indudable que algunas mujeres están profitando del asunto: las que organizan. Palagia, por ejemplo, cobra, siempre por adelantado, 55 dólares por pareja para sus fiestas públicas y 175 para sus eventos privados.

Por su parte, Cake, que empezó como una organizadora de fiestas, se transformó en una compañía de entretenimiento; además de firmar un acuerdo con Simon & Schuster para editar una “Guía Cake para el fortalecimiento sexual”, acaba de terminar un piloto para la cadena de cable Showtime, que estudia producir una serie sobre los hábitos sexuales reinantes en Nueva York. Gallagher, de Cake, dijo que este tipo de acuerdos mediáticos forman parte de la revolución sexual que pretende estimular. Claro que no todas son flores: algunos temen que, a pesar de todo lo que se diga sobre el fortalecimiento sexual, se pasen por alto ciertos peligros convencionales asociados a este estilo de vida, como la amenaza de enfermedades de transmisión sexual.

La doctora Megan Fleming, psicóloga clínica y terapeuta sexual del Centro Médico Beth Israel de Nueva York, dijo que existen los peligros psicológicos potenciales: “Una fantasía sexual muy ardiente no necesariamente se traduce en algo que se disfruta en la vida real. En una fantasía, uno controla todo lo que sucede. En la realidad, en cambio, no es así”. Fleming también mencionó ramificaciones a largo plazo. “Cuando el sexo de convierte en un deporte, se puede perder la capacidad de disfrutarlo”. Por su parte, Anna dijo que su solución al problema era encontrar un novio con su mismo entusiasmo por el “swing”. Y contó que, aunque tuvo más de 100 relaciones sexuales en (o a partir de) estas fiestas, no se contagió ninguna enfermedad.


© The New York Times Traducción de Claudia Martínez

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