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Sitios Argentina - Notas & Noticias Destacadas

 

La basura de los famosos

“Dime qué tiras y te diré quién eres”. Con este eslogan en la cabeza, los prestigiosos fotógrafos franceses Pascal Rostain y Bruno Mouron han escudriñado, durante varios años y en sucesivos viajes, decenas de bolsas de desperdicios. Sus dueños son estrellas de Estados Unidos, desde Madonna a Marlon Brando, pasando por Antonio Banderas. Una nueva serie de Magazine en la que se podrán ver los restos de hamburguesa de Cindy Crawford, la lata de caviar sin abrir de Nicolas Cage, el tinte de pelo de Sharon Stone

Halle Berry

Actriz. 36 años. Utiliza multitud de productos cosméticos, pero al parecer ninguno de la marca que ella misma promociona.

Halle Berry está de limpieza, tanto corporal como de algunos de sus recuerdos. Y parece que se encarga con mucho esmero de su bendita anatomía. Especialmente ahora que acaba de estrenar soltería. Lo prueba la multitud de potingues como cremas hidratantes, colonia, aceites, un acondicionador a base de aceite de Jojoba para profesionales, bálsamos para los ojos, champú francés y una crema para peeling corporal. De Revlon, marca para la cual presta su imagen, nada de nada. Es más, hay un recibo de un asalto a una tienda de cosméticos por casi 500 dólares. Todos los productos que adquiere son de la marca Fresh, la competencia. Para mantener sus carnes prietas y poder lucir el palmito enfundada en una prenda íntima de Victoria’s Secret (ver caja a rayas rosas y blancas), la actriz hace uso del programa diseñado por Harley Pasternak. Eso muestra la hoja suelta que detalla una tabla de nutrición diaria confeccionada por este gurú que se ocupa de los cuidados físicos.

Pasternak es el creador del sistema de entrenamiento multivariable, que combina las matemáticas con el ejercicio y la fisiología y cuenta con una famosa lista de clientes, entre ellos los actores y actrices más adinerados de Hollywood. Eso sí, nuestra protagonista va de vez en cuando de visita al médico por si las moscas, como demuestra un comprobante de tarjeta de crédito por más de 400 dólares. Cabe señalar, sin embargo, que cuando se hizo la recolecta de las basuras, hacia el segundo trimestre de este año, Halle Berry estaba todavía convaleciente de un accidente sufrido durante el rodaje de la película Catwoman.

Fotos. De su mente –alterada tras su segundo divorcio, acaecido este año– poco sabemos, pero se intuye que está purgando sus errores sentimentales. De momento, ha empezado por eliminar rastros visuales de su segundo ex marido, el cantante Eric Benét (Jordan), a quien echó de su casa unos meses antes de la recogida de estas muestras de desperdicios. Son tres fotografías del ex en una fiesta, al lado de famosos como Robin Williams y Billy Crystal.

Sobres. Otro rastro, aunque de distinto calibre, pone de manifiesto el posible torbellino emocional que Halle Berry debe estar experimentando. Se trata de varios documentos –un sobre personalizado, una libreta y tres vales para el sorteo de una beca– con el membrete de la prestigiosa escuela privada John Thomas Dye. Situada en el exclusivo barrio de Bel Air, en Los Ángeles, es donde aparentemente estudia India, la hija natural de Benét, de 12 años, a quien la actriz trató como propia durante los casi tres años que duró su matrimonio.

Zapatos. El vínculo entre la actriz y la niña –que perdió a su madre en un accidente de coche–, puede que se haya roto. Una hipótesis que presenta la curiosa colección de calzado hallado en su cubo: tres pares de chanclas, dos de zapatillas-peluche y tres pares de deportivas. ¿Qué mujer en su sano juicio tiraría tanto calzado a la vez?

Latas. A falta de respuestas, habrá que apostar por una hipótesis razonable. Quizás se deba a la venganza o simplemente a una especie de catarsis. O lo que es peor, igual ha perdido un poco de cordura. Hay varios detalles que, como mínimo, podrían alimentar esta última idea. Para empezar, no hay rastro de comida, tan sólo un envase de una sopa de fideos con pollo y vegetales y tres latas de Coca-cola light. Sus admiradores dirán que está muy ocupada y que come fuera de casa. Muy bien, pero, ¿qué explicación tiene la cajita con muestras de pelo? ¿Y el hecho de que no rompa nada antes de tirarlo a la basura?


Antonio Banderas

Actor. 45 años. Como buen californiano de adopción, ha asumido la dieta sana propia de la zona: zumos variados, leche orgánica...

Si las mujeres supieran que Antonio anda sin calzoncillos, se desataría la locura. Su residencia en la zona de Hankok Park, en Los Ángeles, se vería asediada por hordas femeninas. Menos mal que ahora el actor malagueño se encuentra trabajando en la segunda parte de las aventuras del Zorro. Esperemos que al menos utilice la capa para protegerse las partes pudendas. Si no, siempre podrá sonreír. Lo de tirar el calzoncillo a la basura será por el cambio de estación, que invita a hacer limpieza. La prenda, al igual que el resto de los desperdicios, fue recogida hace pocos meses, justo cuando la primavera presentaba sus credenciales. También decidió olvidar al jefe de Gobierno de Andorra, cuya tarjeta digital de presentación, o algo parecido, fue a parar al cubo de la basura, igual que un pin con el característico logotipo del país. Adiós a la temporada de esquí en los Pirineos. A pesar de vivir a miles de kilómetros de distancia, mantiene un lazo de conexión con su país de origen.

Una muestra de ese apego a España aparece entre los desperdicios fotografiados en forma de recibo de una librería. El susodicho documento descubre la compra de varios libros sobre Salvador Dalí por unos 170 dólares. Adquisiciones de las que Antonio tiene que ser responsable directo, pues estaba considerando interpretar al famoso pintor catalán.

Prensa rosa. ¿Y ese ejemplar de Lecturas? Falta coraje hasta para formalizar ninguna hipótesis. Debe ser alguien que gusta de estar conectado con la actualidad de los famosos, pues también hay un ejemplar de People Magazine y de IN New York con Antonio en la portada. Luego dicen que en casa del herrero cuchillo de palo.

Leche y zumos. En este hogar, sin entrar en temas de cubertería, se respiran aires españoles, pero la dieta es extranjera. Eso sí, se come sano, obsesión casi oficial en el sur de California. Aquí lo intentan con agua Evian y Fiji –dos marcas que se disputan el cetro de lo cool–, varias dosis de zumo natural (hay cinco botellines), leche orgánica enriquecida con calcio (cinco cartones de bolsillo de tres sabores diferentes y uno grande) y leche orgánica sin lactosa (dos cartones grandes). Tanta leche quizá sea para los más jóvenes. Sobre todo para su hija Stella del Carmen.

Queso. Y ya que sale el tema de los productos lácteos, en casa de Banderas hay alguien que se pirra por el queso, especialmente de la marca Sargento. No es queso importado; lo elabora una empresa de Wisconsin, la primera que en i958 comercializó queso rallado. Toman Sargentos de varias personalidades, formas y colores, como corresponde a los tipos Mozzarela, Monterrey, Colby y Jarlsberg. En lonchas y rallado. Para no desentonar con los estereotipos de los nativos, alguien ha dado cuenta de unas bolsas de Doritos, Cheetos y Bagel Bites –algo así como donuts de pan cortados por la mitad con queso y potingues varios encima–, tentempié concienzudamente americano.

Canción. Si forzamos la imaginación, incluso se puede leer en las entrañas de la basura –igual que los druidas en la antigua Galia– los signos de una disputa familiar. Después de algún posible encontronazo, puede que Melanie Griffith tirara el retrato de Antonio a la basura y él hiciera lo propio como venganza con las partituras y una cinta grabada con una canción que lleva el nombre de su esposa. La letra, que empieza con Melanie, woman of my dreams (Melanie, la mujer de mis sueños), suena a oda de admiración. ¿Por qué terminó entonces en el cubo de la basura? Quizás el calzoncillo tenga la respuesta.


Pierce Brosnan

Actor. 51 años. Gran amante de la vida al aire libre. Sus desperdicios están relacionados con la acampada.

¿Dominguero o profesional de la acampada? Esa es la cuestión. Los Brosnan, que disfrutan de su tiempo libre entre el sol de Malibú, en la costa californiana, y la exuberante naturaleza de Hawai, son reconocidos amantes de los deportes al aire libre y acérrimos defensores del medio ambiente. Para predicar con el ejemplo, se van de camping. Y en serio. Los restos encontrados en sus bolsas de basura así lo confirman. ¿Para qué, si no, querrían una ducha portátil? Además de este artefacto, casi todos los objetos encontrados son susceptibles de ser utilizados en el transcurso de una excursión. Los más obvios son la etiqueta de la conocida marca The North Face de equipamiento para montañeros profesionales y aficionados, y los dos recibos y la bolsa de Rei, una cooperativa con más de dos millones de miembros repartidos por toda la geografía del país, que también vende productos similares. Los Brosnan compraron en esa empresa una chaqueta y una parka.

En cuanto a la indumentaria para Pierce Brosnan y señora, la periodista Keely Shaye-Smith, quizás utilizaran las prendas que iban unidas a las etiquetas de GAP. Sorprendente elección si tenemos en cuenta que él cobró más de i5 millones de dólares por Die Another Day, su cuarta y hasta la fecha última aventura como el espía James Bond.

Calcetines. Uno asume que con ese salario la pareja podría vestirse tranquilamente con uniformes para el exterieur confeccionados por Dior, pero no. Son gente que gusta del contacto directo con la tierra –para plantar utilizan abono orgánico–, así que en sus visitas al bosque o a las zonas de acampada necesitan objetos útiles. Cosas con menos glamour, pero básicas para la supervivencia o el confort. Así lo indica otra etiqueta (y van ocho) que corresponde a unos calcetines de señora acolchados, ideales para caminar, o dos rollos de papel higiénico –uno a medio terminar, el otro manchado de amarillo– con las revistas de lectura correspondiente para preparar con todo detalle las excursiones al aire libre, un tenedor de plástico, la lista de la compra y un par de cosillas para comer: una ración individual de ternera con fideos y una lata pequeña de la marca Menudo de Juanita, callos típicos elaborados en México.

Rifles. Con un menú de este calibre, cualquiera se queda dentro de la tienda de campaña. Lo mejor es airearse. Será por eso que compraron tres rifles de juguete de aire comprimido, para pasar el tiempo en sus ratos de ocio. Un pasatiempo –el de utilizar los rifles, claro– bastante curioso para alguien que participa activamente en la protección de animales amenazados como los delfines y es miembro del consejo directivo de ECO (Earth Communications Office), una organización formada por profesionales del mundo del cine que lucha por proteger el medio ambiente educando a las empresas del ramo. Lo de las pistolitas será el ramalazo dominguero que ataca a todos los que viven en la urbe y se escapan del cemento o la añoranza de cuando han jugado a ser James Bond.

Niños. Al menos, los Brosnan lo hacen todo en familia. Bueno, casi. Sólo quedan con ellos los dos más pequeños, Dylan, de siete años, y Pris, de tres. Los otros tres que faltan –dos de los cuales son hijos de su primera mujer, Cassandra Harris, que falleció de cáncer en i99i– ya tienen edad para volar solos. Uno de ellos aparentemente sin paracaídas. Su nombre: Christopher. Edad: 32. Ha sido acusado de robo y hospitalizado por abusar del alcohol y de drogas como el GHB (Gamma hydroxybutyrate), también conocida como X líquido o simplemente G.


Arnold Schwarzenegger

Ex actor. Gobernador de California. 57 años. Le gusta lo exquisito: los mejores habanos, buen vino, trajes de Armani.

¿Hipocresía o negligencia? O las dos. El que fuera héroe de acción de la gran pantalla en la década de los 80, padre de familia y ahora funcionario público, resulta que revela uno de los secretos peor guardados de su vida: la pasión por los puros cubanos. Su basura lo dice. Una bolsa de plástico con el logotipo de Partagás –que seguramente sirvió para almacenar una compra sabrosa–, una hoja con los productos de Casillas, otra marca de habanos, y lo más comprometedor: una colilla de Cohiba. No pasaría nada si Schwarzenegger viviera en su Austria natal, pero dado que trabaja como gobernador de California, la situación se presenta, al menos, incómoda. Especialmente si recordamos el bloqueo comercial –recientemente endurecido por George W. Bush– contra productos cubanos auspiciado por John F. Kennedy en i963. Dos de los políticos que han gozado de su admiración. El ex actor es republicano y su mujer, María Shriver, sobrina del desaparecido JFK.

Los lazos políticos quedan patentes con el fax que ella le manda a Teresa Heinz y a su marido, el senador John Kerry. A saber si eran los comienzos del frustrado asalto a la Casa Blanca de este año.

Chocolatinas. A pesar de los puros, el despliegue de desperdicios confirma el sencillo estilo de vida pregonado por Schwarzenegger. Más que sencillo, familiar. En la fecha de la recolecta, en la segunda mitad de i996, la pareja tenía tres hijos: Katherine, de seis años; Christina, de cinco; y Patrick, el pequeño, de dos. Al año siguiente llegaría Christopher, el último. Los restos de la caja de un juguete, una pulsera, las latas de refrescos, un quitamanchas infalible y las chocolatinas confirman la más que probable necesidad de entretener a las jóvenes hordas en esas interminables tardes de invierno. Muchas veces se reunían en la oscuridad de la sala de proyección privada, como puede indicar la presencia de la bolsa de palomitas con el rostro de Paul Newman, aderezadas con un ligero sabor a mantequilla.

Perfume. En cuanto a los adultos, los desperdicios dejan huellas más sofisticadas. Para ella –moderna y casual–, tenemos las maquinillas de afeitar y una caja de Cassini, el perfume de 69 dólares para momentos de poco compromiso o simplemente para combatir el olor a tabaco que deja su marido, algo de lo que se ha quejado con regularidad. De hecho, existió brevemente una prohibición en su entonces recién adquirida mansión en Sun Valley (Idaho), de cuya agencia inmobiliaria existe un resguardo de fotografías.

Armani. Para él, un equipo completo de seductor. La funda de un traje de Armani, los supuestos puros cubanos, un atomizador de la marca Binaca para el aliento y una capa invisible de Brut for Men, la fragancia de Fabergé creada en 1964, le darían a Arnold Schwarzenegger cuerda para una noche de pasión en el exclusivo Grand Havana Room de Beverly Hills, del que es miembro. Con todo el equipo quedaría listo para sacarse unas fotografías de recuerdo, pero no como las que aparecieron en el cubo de la basura, en las que su cuidada imagen se ve más que comprometida. Rotas en pedazos, muestran al entonces actor en el Planet Hollywood, la fallida cadena de restaurantes en la que participaba.

Vino. Lo que sorprende en este despliegue de desechos es la ausencia de envoltorios de comida. Sólo una escueta muestra de un menú individual de esos ligeros y sin colesterol a base de pollo a la carbonara y dos bolsas de tortillas mexicanas. Eso sí, que corra el vino. Al menos a juzgar por la caja de i2 botellas de chianti italiano.

Ronald Reagan.

Fue presidente de EEUU y actor. Murió el pasado 5 de junio a los 93 años. Su basura muestra que era un adicto al chocolate.

Ya no está entre nosotros. Sólo queda la basura, recolectada a finales del primer trimestre de i990 en la exclusiva zona de Bel-Air, en Los Ángeles, donde residía. Una radiografía tomada en los últimos años de vida del que fue el cuadragésimo presidente de Estados Unidos. Hasta que describió para su pueblo la crónica de una muerte anunciada –la suya, a manos del Alzheimer–, el ex actor de películas de serie B dedicaba sus días a jugar al golf, ir a misa y trabajar en su oficina. Todavía le quedaban cuatro años de asueto. Con plenos poderes para disfrutar de la jubilación –a pesar de haber superado un cáncer de colon, otro de piel, una neumonía, un disparo del calibre 22 y un largo etcétera de dolencias menores–, Reagan pasaba fines de semana, vacaciones y ocasiones especiales con hijos (tres de Nancy y dos de su primera esposa, Jane Wyman) y nietos. Hay restos de dulces (13 envoltorios de Harbor Sweets, exclusivos bombones de Massachusetts).

Entre los desperdicios también figura una lata de pastel de calabaza, quizá procedentes del 79 cumpleaños de Reagan, celebrado el 6 de febrero de ese mismo año, que coincide con otros sospechosos desechos: ¿de quién serán el sujetador y las medias?

Laxante. Para calmar los ánimos y combatir los excesos de chocolate, los Reagan seguramente tuvieron que echar mano de Konsyl-D, un laxante habitual en las farmacias. A lo mejor apostaron por métodos más básicos como la ingestión masiva de refrescos, un total de ii latas –ocho de Coca-cola– y cerveza (una caja de Heineken y tres botellas de Corona Extra). Lo que preocupa es su afición a Diet coke, una bebidamuy popular; en Estados Unidos se consumen casi 4.000 millones de litros al año. Con tanto revuelo de bombones y bebidas, y por si acaso había exclusiva de por medio, la revista ¡Hola! les mandó una carta. Especular con una solicitud de entrevista no sorprendería a nadie y lo cierto es que los Reagan posaron para la revista. Cuando aceptaron la oferta, hubo que tomar medidas urgentes y echar a una serie de invitados incómodos que habitaban por aquel entonces en la mansión.

Insecticida. Entre los residuos figura un recibo de una empresa de desinsectación, que utilizaba los característicos coches amarillos. Se pulverizó la residencia con Cypermethrin, un producto activo que funciona bien contra abejorros, hormigas, cucarachas, arañas y escorpiones. Para otro tipo de invitados, los más agresivos, Ronald Reagan disfrutaba todavía de un servicio de protección vitalicio: un detalle de generosidad de su gobierno. Hay una tarjeta de un oficial del servicio secreto, una hoja de control de prácticas de tiro de los miembros del selecto cuerpo y un pedazo de papel en el que figuran los nombres de los agentes que le protegían, así como las horas de servicio empleadas en esa labor. Fue afortunado, ya que en 1997 el Congreso aprobó una ley que limita la protección de los ex presidentes estadounidenses a sólo i0 años.

Lotería. Lo que más sorprende de esta exposición es la presencia de dos billetes de lotería. En teoría, los Reagan no tenían por qué tener dificultades económicas, pero hay detalles que señalan esa posibilidad. El más claro es lo que parece parte de una solicitud de un crédito para remodelar una propiedad inmobiliaria. El otro, que el ex presidente tuvo problemas en el pasado, especialmente con la Hacienda norteamericana. Algunos le acusaron de haber mantenido conexiones mafiosas y de haber sido ayudado por los que manejaban Hollywood a llegar a lo más alto.


Elizabeth Taylor

Actriz. 72 años. Superó una destructiva crisis personal que la hizo engordar. Ahora se atiborra de productos presuntamente “light”.

Atacada por un bajón emocional cuando compartía techo con su séptimo marido, el senador John Warner, época en la que Taylor admitió sentirse sola, con falta de confianza en sí misma y sin “nada que hacer”, la actriz suplió sus carencias con grandes cantidades de comida. Superó los 90 kilos de peso y se hundió en una espiral de autodestrucción –con abuso de alcohol y analgésicos incluidos–, que ha intentado superar desde entonces. Entre sus basuras –recogidas a principios de i990, una década después de esa crisis–, no sorprende ver las dos cervezas sin alcohol y la colección de productos de Jenny’s Cuisine, una marca creada por Jenny Craig, una popular experta en métodos de pérdida de peso. Con la excusa de que se trata de dietas cuidadosamente controladas, algo sobre lo cual la actriz ha atesorado mucha experiencia, ya que ella misma diseñó un plan dietético basado en el programa de Alcohólicos Anónimos, se suelta el pelo a la hora de escoger los menús.

Muesli natural y tostada con manzana al horno y vainilla para el desayuno, un gran festín de enchiladas de pollo con salsa mexicana, pasta rellena de espinacas con queso y mousse de chocolate para comer, y finalmente arroz negro con vegetales acompañado de un bistec de ternera con salsa teriyaki, para cenar.

Refrescos. Pero Elizabeth Taylor es humana y de vez en cuando es probable que llenara el buche con comidas más contundentes. Pruebas irrefutables son los rastros de helado de vainilla, latas de refresco y una tableta de chocolate. También hay restos de quassia, una hierba que actúa de forma similar a la quinina. Aunque puede utilizarse como tónico o para abrir el apetito, también se usa para paliar la disentería. Seguramente sea esto último. Esas comidas precocinadas tienen pinta de traidoras. Lo que sí queda claro es que en esos días buscaba cambios. Quizás propiciados por su relación con el que sería su último marido, el obrero de la construcción Larry Fortensky, a quien la actriz conoció durante su segunda estancia –a finales de los años 80– en la conocida clínica de desintoxicación Betty Ford.

Presupuestos. O quizás fuera por estar a las puertas de convertirse en sexagenaria. La cuestión es que la vida de la actriz es ajetreada. Hay un presupuesto para repintar su chalet en Gstaad (Suiza), una factura –con un descuento del 10%– de una compra de antigüedades con mesa de Luis XIII incluida, quizás para renovar el look de su mansión en Bel Air, y unos documentos prueban que quería desprenderse de la llamada Casa Kimberly, su residencia en Puerto Vallarta (México), que compartió con el también actor Richard Burton en sus días más felices. Puede que dichos cambios vinieran provocados por su difícil situación profesional. Los continuos achaques físicos –con múltiples visitas al quirófano– aceleraron su ocaso en Hollywood.

Pastillas. Su imagen pública quedó reducida a apariciones en tabloides como el Star y el National Enquirer, encontrados entre sus desechos, donde la acusan de buscar la inmortalidad queriendo “congelar su cabeza para que la resuciten en 150 años”. No es de extrañar que llena de ansiedad echara mano de esos dos botes de Donormyl, unos comprimidos efervescentes para dormir, del Veganin que cura los dolores de cabeza o simplemente se fumara un Marlboro para calmar esos nervios. Aunque el tabaco no está claro que sea de la actriz, ya que mientras alguna biografía asegura que empezó a fumar a los 18 años, también confirman que consiguió dejarlo. A lo mejor pertenecen al jardinero, pero eso ya es otra historia.


 
 
 
 
Por su basura les conoceréis
Pascal Rostain y Bruno Mouron han rebuscado con sus propias manos en las bolsas de basura recogidas en los domicilios de los famosos. Llevaron el material seleccionado en cuatro baúles a Francia, donde lo fotografiaron. Algunas de las estrellas han compra
Por Cristina Frade
No salen sin guardaespaldas, viven en residencias sometidas a máxima vigilancia y algunas defienden celosamente su vida privada. Cada día, sin embargo, todas las estrellas de Hollywood abandonan en la vía pública, a disposición de cualquiera, pedazos de su intimidad: sus bolsas de basura. A los fotorreporteros franceses Pascal Rostain y Bruno Mouron se les ocurrió rescatarlas y retratar sus contenidos, de tal forma que reflejaran la personalidad de sus propietarios. Sus fotografías acaban de ser expuestas en una galería de Nueva York.

Mouron y Rostain se conocieron en la década de los 80 en la revista Paris Match, en la que trabajaron durante 10 años haciendo un poco de todo, desde perseguir a los famosos a reportajes sobre la prostitución o las drogas. Lo de escarbar en las basuras de las estrellas surgió por casualidad, un día en que cavilaban en busca de temas. Empezaron con personalidades francesas (la actriz Brigitte Bardot, cantantes como Serge Gainsbourg y Johnny Halliday, los políticos Jean-Marie Le Pen y Georges Marchais) en una serie publicada por la revista Lui. Tuvo éxito y decidieron aplicar la fórmula a personajes de Hollywood como Liz Taylor o Marlon Brando. La primera entrega se hizo en i989, la segunda en 1996 y ahora han vuelto a las andadas.

La cosa parece sencilla, pero requiere cierto método. “La primera dificultad es que los famosos tienen que vivir en casas independientes. Los pisos no valen porque no podemos estar seguros de que sean sus basuras”, cuenta Mouron, reclinado sobre un sofá en su loft, en un barrio popular de París. En las paredes, algunas de sus obras y una de las series más famosas de Andy Warhol, la de Marilyn Monroe. Mouron ha debido de cumplir ya los 45 años y tiene ese aspecto de todoterreno que caracteriza a muchos fotógrafos.

Él y su socio nunca piden permiso para llevarse las basuras: “Al principio lo pedimos, pero ellos mismos [los famosos] hacían una selección previa y el resultado no era auténtico”. Hay también todo un trabajo de espionaje para localizar la casa. “Para la última entrega, fuimos a Los Ángeles [donde el camión de la basura pasa una vez a la semana] en marzo. Si volviéramos ahora, una cuarta parte de las direcciones ya no valdrían, porque las estrellas americanas no paran de mudarse”.

Los fotorreporteros se han impuesto como regla encontrar dentro de la basura un documento con el nombre y la dirección de la persona en cuestión, para que no haya duda alguna sobre el dueño de la bolsa. “En Los Ángeles aprendimos que todo el personal doméstico es de origen latino, mexicanos en su mayoría, y no comen el mismo tipo de alimentos. Es muy curioso, a la hora del almuerzo hay unas furgonetas que vienen a venderles su comida. Siempre puede haber excepciones, pero el 99% de lo que hemos fotografiado pertenece verdaderamente a las estrellas”.

Una vez que han conseguido las bolsas, los franceses se enfundan los guantes de plástico hasta el codo y realizan una selección, retirando todos los desperdicios orgánicos. A pesar de su éxito, esta tarea la siguen haciendo ellos mismos, sin ayudantes, y ha sido fuente de algunas sabrosas anécdotas. “En una ocasión empezamos a hacer la criba en un aparcamiento que tenía un gran contenedor, detrás de un restaurante donde solíamos comer”, recuerda Mouron. “De repente, apareció un policía y nos informó de que era un delito tirar cosas en un basurero privado. Es divertido, ¿no? Se pueden coger sus basuras, pero no se pueden tirar desperdicios en el cubo de la gente sin una autorización expresa. En nuestro hotel, nos dieron permiso para utilizar sus cubos, pero luego el servicio de seguridad nos pidió que firmáramos una especie de pliego de descargo, por si nos ocurría algo”.

El regreso a Francia tras el último viaje –con cuatro grandes baúles que contenían las bolsas convenientemente etiquetadas– también tuvo su parte de aventura. En plena alerta antiterrorista, pueden imaginarse la perplejidad de los policías cuando describieron someramente el contenido de sus equipajes.

En el país de los pleitos, un aspecto que no descuidaron fue el de asesorarse sobre lo que podían coger y mostrar. “No es ilegal apoderarse de las basuras porque son cosas abandonadas en la vía pública”. Para ahorrarse problemas, prescindieron de todo lo que tuviera connotaciones sexuales o médicas. Mouron relata que en la basura de una de las estrellas encontraron una jeringuilla. Luego se enteraron de que esa persona es diabética.

“En la basura del veterano periodista Larry King encontramos juguetes, cosas de niños, pañales; algo normal, puesto que ha tenido un crío con su mujer, que es mucho más joven que él. ¡No nos dimos cuenta de que los pañales eran para adultos incontinentes!”. La foto estaba colgada en la exposición de Nueva York y los primeros periodistas que la vieron fueron los de la cadena de King, CBS. “Es lo contrario de lo que nos proponemos, no queremos causar ningún perjuicio, ni reírnos de nadie”. La imagen fue retirada.

¿Qué hay pues en las basuras de los famosos? En gran medida, lo mismo que en las nuestras. “A la gente le encanta saber que las estrellas consumen los mismos productos. Eso les hace más cercanos”. Algunos juegan incluso a la lotería. Pero también tienen sus caprichos: estudiando una caja de pizza hallada en la basura de John Travolta, descubrieron que había sido enviada por Federal Express desde Chicago a Los Ángeles. Algunos han adquirido las fotos de sus basuras, que en Nueva York se vendían a 6.000 dólares la pieza.

Ahora, Mouron y Rostain acarician la idea de ampliar su radio de acción al resto del mundo. “Sin pretensiones sociológicas, sería interesante mostrar lo que consumen los chinos o los australianos, por ejemplo”. Si el fotógrafo Yann-Arthus Bertrand se ha hecho especialista de la Tierra vista desde el cielo, ¿por qué no pueden ellos acabar siendo expertos de la visión del planeta desde un cubo de basura?

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