En una columna publicada en el diario Clarín, Sturzenegger articuló su visión acerca de la política de desregulación económica que impulsa el gobierno de Javier Milei. Según el ministro, este enfoque no se limita a una modificación normativa, sino que representa un cambio cultural fundamental en la interacción entre los ciudadanos y el estado.

Desentrañando las Trabas del Pasado

Sturzenegger expresó que Argentina ha estado atrapada durante décadas en un «entramado normativo» que ahoga el desarrollo y limita la iniciativa privada. Este complejo de regulaciones, según su análisis, actúa como una «frontera interna», impidiendo la producción y la inversión.

Batalla Cultural, No Solo Normativa

El ministro enfatizó que «la verdadera batalla no es normativa, es cultural». Para él, cualquier cambio estructural debe ir acompañado de una transformación en la mentalidad social respecto a la intervención estatal. El objetivo es liberar la creatividad y la energía económica del país, rompiendo con décadas de dependencia estatal.

Redefiniendo el Estado

Sturzenegger insistió en que la desregulación no implica simplemente eliminar controles de manera indiscriminada. Más bien, es una oportunidad para reconstruir la moral del estado, permitiendo que una administración más ágil fomente un entorno propicio para la innovación y el crecimiento económico.

Un Estado Eficiente

Para el ministro, un estado que interviene menos en la vida cotidiana de los ciudadanos se convierte en un garante de reglas claras y previsibles. En sus palabras, esta transformación está íntimamente ligada a problemas sociales, como la emigración masiva de argentinos en busca de mejores oportunidades, un fenómeno que Sturzenegger atribuye al estancamiento económico.

Impulsando la Esperanza

La desregulación es, según el funcionario, un proceso estructural y moral que, al liberar la energía social, genera nuevos proyectos y un aumento en la actividad productiva. Sturzenegger concluyó su columna con un potente mensaje: «Argentina se está reencontrando con su mejor versión. Se está animando a soñar. Empieza a creer. Eso, después de tantos años, es en sí mismo una revolución. ¡Viva la libertad carajo!»