Moret, conocido por su extraordinario parecido con figuras como Gerard Philipe y James Dean, fue una de las caras más reconocibles de la Generación del 60 en el cine argentino. Su actuación en «Dar la cara», un clásico dirigido por José Martínez Suárez, marcó su carrera y la de muchos otros.

Los Inicios de Pablo Moret

Nacido como Amable Auguets en Tarn et Garonne el 2 de junio de 1933, Moret llegó a Argentina a los 20 años. Allí, rápidamente encontró su lugar en el arte, gracias a la influyente figura de Hedy Crilla. Comenzó su carrera como bailarín en «La cabalgata del tango» y, tras destacar en un pequeño papel en «María Magdalena», las puertas del cine se abrieron para él.

Protagonista en el Cine Nacional

En 1958, su carrera dio un giro decisivo al obtener el papel de Jarvis Liudas en «Los tallos amargos», una película que se convirtió en un referente del cine negro argentino. Esta actuación le valió su primera nominación como «revelación del año», aunque no fue el galardonado.

Una Carrera Llena de Éxitos

Más adelante, Moret trabajó con reconocidos cineastas como Fernando Ayala y participó en películas emblemáticas como «El Jefe» y «Los que verán a Dios». Su talento lo llevó a compartir pantalla con leyendas del cine argentino como Isabel Sarli y Alberto Olmedo.

Un Legado que Trasciende

Después de una pausa de casi una década, regresó al cine en la década de 1980 y continuó su carrera con títulos como «Los días de junio» y «Amapola». En reconocimiento a su trabajo, recibió la Medalla de honor de la comuna de Molière en Francia.

Retiro y Últimos Años

A pesar de su éxito, Pablo Moret eligió un estilo de vida más tranquilo en Puerto Montt, Chile, donde administró una posada y un restaurante. Fue en la Capilla Madre de Dios donde se despidió de este mundo, pero su legado perdurará en la memoria de todos aquellos que vibraron con sus actuaciones en el cine.

El recuerdo de Pablo Moret vivirá siempre en el corazón del público y en el pantallón de los clásicos de la cinematografía argentina, quedando su inconfundible rostro como un símbolo de una época dorada del cine nacional.