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viernes, abril 26, 2024
ALÉJATE DE LA GENTE TÓXICA

ALÉJATE DE LA GENTE TÓXICA

Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos encontrado con personas problemáticas (jefes, amigos, familiares, etc.). En todo grupo humano, ¿quién no se ha enfrentado con un manipulador que quería que hicieras todo lo que él disponía, con un psicópata que se había predispuesto a hacerte la vida imposible, con un jefe autoritario que pensaba que podía disponer de tu vida las 24 horas del día, con un amigo envidioso que celaba todo lo que obtenías, con un vecino chismoso que controlaba a qué hora salías y entrabas a tu casa y con quién?
Más allá del dolor que nos generaron estas personas, las preguntas de quienes alguna vez tuvimos que convivir con ellos son: ¿qué hago?, ¿cómo pongo límites sin lastimar ni lastimarme?, ¿cómo puedo lograr que esta «gente tóxica» no entre a mi círculo afectivo íntimo?
Hay un libro de Bernardo Stamateas “GENTE TÓXICA” sobre el tema que si te interesa el tema, te invito a leer.
Según este autor y si has vivido alguna relación de este tipo, seguramente estarás de acuerdo con él, “Las personas tóxicas potencian nuestras debilidades, nos llenan de cargas y frustraciones. No des crédito a ninguna palabra ni sugerencia que provenga de los tóxicos. No te amarres a quienes no se alegran de tus éxitos y alejate de gente tóxica, aquí las dejo para aprender a reconocerlas y neutralizaras:
El sociópata
Si lo reconoce a tiempo, huya. Sin dudarlo. Es el más peligroso de los seres tóxicos. De entrada cae excelentemente, regalándonos el oído, pero miente sin pestañear para conseguir lo que quiere. Carece de escrúpulos, es incapaz de asumir responsabilidades, y los sentimientos y derechos de los demás no le interesan lo más mínimo. Ni el sentido común: si le conviene, no duda en contradecirse. Su palabra favorita es ‘yo’; es engreído y se jacta de todo. ¿El mejor modo de reconocerlo? Mire bien su rostro; no mueve un músculo, no expresa emociones. Y es que no las siente en absoluto. Por eso, su mejor defensa no se lo piense dos veces es una huida inmediata.
2. El mediocre
La desidia y el pasotismo son muy contagiosos. De ahí la importancia de mantener la guardia en alto ante esta categoría de individuos tóxicos. Pese a que no suelen hacer daño más que a ellos mismos, los mediocres pueden envenenar también a las personas más abiertas y vitales si logran convencerlas para ver la vida desde su punto de vista. Su toxicidad puede lograr incluso que uno acabe yendo a trabajar cada vez más desmotivado, en una burbuja de depresión. ¿La solución? Recordar siempre que la elección de nuestros compañeros de ruta depende solo de nosotros.
3. El arrogante presuntuoso
Soberbios, vanidosos y pedantes, los tóxicos de esta especie están convencidos de estar siempre en lo cierto y de tomar, sin margen de error, las mejores decisiones. Si no ganan, empatan. ¿Perder? Jamás. Siempre tienen preparada una respuesta, sobre cualquier tema, hasta el punto de memorizar grandes frases para soltarlas en el momento adecuado y parecer mejores que los demás. Desde luego, reciben las opiniones ajenas con suficiencia. « ¿Estás realmente seguro?» es su frase típica. Déspotas intelectuales, aman pontificar, y cualquier medio es bueno para mantener viva la atención de los otros, porque que nadie lo dude solo sus opiniones importan. Si les toca escuchar, suspiran, hacen gestos, muecas, expresando que también sobre eso tienen una opinión; y, desde luego, mejor. En el trabajo intentan convencer a todos de que son indispensables, pero el creerse perfectos los hace equivocarse con frecuencia. Alentados por su errada autopercepción, se hacen daño ellos solos: un buen grado de autoestima es indispensable, pero tener más de la cuenta los vuelve ciegos ante sus errores. Hasta que un día ‘ven’, aunque no lo confiesen. Pero suele ser demasiado tarde.
4. El victimista
Convencido de que el mundo un lugar terrible está en su contra, rezuma negatividad por cada poro, regodeándose con su mala suerte pero sin hacer nada para cambiar las cosas ni su propia situación. Su resentimiento contra todo es tan intenso que contagia con su pesimismo a quien lo escucha. Aunque lo peor de sus dotes es una enorme habilidad para que los demás nos sintamos culpables de su situación desesperada.
5. El humillador
Es uno de los tóxicos más odiosos y temibles. Goza rebajando a sus víctimas hasta desequilibrarlas emocionalmente. Encuentra auténtico placer en ello. Finge ser nuestro amigo y querer ayudarnos, pero en verdad solo recaba datos sobre nuestros defectos para dejarnos mal a los ojos de los demás. Jamás se quita la máscara, a menos que alcance una posición de ventaja sobre nosotros. Entonces sí, no duda en llegar incluso al insulto explícito y la humillación directa. A un tóxico de este calibre hay que vigilarlo con atención: sus continuos ‘recaditos’ pueden crearnos un sentido de inferioridad que nos pondría aún más en sus manos; si logra condicionar nuestra vida con sus actitudes, podríamos llegar incluso a convencernos de que lo hace por nuestro bien.
6. El envidioso
No le cabe en la cabeza que los demás triunfen por haberse sacrificado o haber trabajado con tesón y talento, y están siempre rumiando sobre lo que los otros tienen y él no. Siembra cizaña en forma de cotilleos llenos de malicia, rumores y críticas infundadas. En su versión más radical, busca directamente destruir a quienes envidian maltratándolos verbalmente y rebajando todos sus logros ante quienes los valoran. Para él, quien se mantiene en forma yendo al gimnasio no es más que un narcisista con la cabeza hueca; quien asciende, un pelota de los jefes o una ligera de cascos, y así sucesivamente. En el fondo, sin embargo, quien más sufre es precisamente él, que desea ante todo lo que nunca tiene. Y conseguirlo no resuelve su conflicto.
7. El agresivo verbal
Su primer objetivo es hacernos sentirnos débiles e ineptos. Ofensivo e intimidatorio, incluso su cara, cuando se enciende, resulta belicosa, igual que su tono de voz, siempre atronador. Su violencia psíquica puede dejarnos una huella no menor que la de un maltrato físico. Intentar razonar con ellos es perder el tiempo: aunque un día exaltasen nuestra inteligencia, al día siguiente cuando más tranquilos nos encontremos podrían lanzarnos la pulla más brutal. ¿Consuelo? Estos seres tóxicos no saben entablar relaciones duraderas y terminan solas, abandonadas por todos quienes habían entrado en relación con ellos.
8. El jefe autoritario
En términos laborales, todo jefe tiene el derecho a decirnos qué espera de nosotros y a criticar incluso nuestro desempeño. Pero, claro… ¿qué ocurre cuando, como sucede en no pocos casos, nuestro superior se vuelve un déspota que goza imponiendo su voluntad y necesita constantemente sentirse legitimado a base de humillar a quienes trabajan para él? En ese momento se convierte, sin escalas, en un ser tóxico. Este tipo de personajes autoritarios mantienen el control atemorizando e insultando incluso al personal, hasta el punto de convertir en una insoportable carga lo que habría podido ser un proyecto interesante en el que implicarse. A menudo, estas personas autoritarias no se revelan como tales hasta que, por fin, obtienen el ansiado cargo directivo; un momento antes su toxicidad era insospechable. En los casos más extremos odian a quienes consideran inferiores y boicotean a los que destacan: nunca soportarían ser superados por un subordinado. Su afán de control es tal que llegan a inmiscuirse en el tiempo libre de sus empleados. ¿La mejor defensa? La ley, que ya reconoce el delito de ‘mobbing’.
9. El cotilla maledicente
Es un especialista en crear mal rollo en el trabajo sin ningún remordimiento. Sus indiscreciones pueden compro-meter a sus colegas más competentes, y todo sin el menor provecho para él, que se realiza solo con ser escuchado y ver que sus versiones cuelan. Nada ambiciona más que saberlo todo de todos, y si no lo sabe, exagera lo que cree saber o se lo inventa directamente, en lo que es un auténtico talento. ¿Su secreto? Hacer creíbles sus fábulas a partir de una enorme cantidad de detalles conocidos o, en todo caso, coherentes. Nuestra única defensa ante él es mantenernos a distancia y no contarle jamás nada. § En cualquier caso, cabe recordar que casi todos participamos alguna vez en la propagación de cotilleos, siquiera para comentarlos. Es útil un poco de autocrítica para no volvernos tóxicos a nuestra vez.
10. El neurótico
A muchos tóxicos podría calificárselos de ‘malos’, pero no a los neuróticos, que perjudican tanto a los demás como a sí mismos. Y, aunque pueden causar mal, no suelen tener maldad. Viven poniéndose metas inalcanzables y, si somos sus socios, esperarán lo mismo de nosotros. Su perfeccionismo se convierte casi siempre en manía y quieren controlarlo todo, incluyéndonos, desde luego, hasta el punto de recurrir las veces que hagan falta al chantaje emocional. Pero no son malos; al contrario, quisieran gustar a todo el mundo de un modo casi infantil. Fantasiosos y autosuficientes, no escuchan consejos, pero están más que dispuestos a prodigar su ayuda ‘a todos’. Entre ellos, los peores son los supersónicos castradores, los que nos ayudan solo para poder decirnos alguna vez: «Con todo lo que he hecho por ti, ¿y me lo pagas así?».
¿Qué podemos hacer frente a estas personas tóxicas?
Reconocerlos. Lo primero reconocerlos. Detecta qué personas son negativas para ti, quienes así no pillarán desprevenida y estarás pues ya sabes cómo actúan y qué efectos producen en ti.
Mantener tu equilibrio interior. Para evitar el contagio, muchas veces entender por qué esa persona tiene ese efecto sobre ti, te ayuda a protegerte de su influencia negativa. Cuando sabes que es ella, y no tú, la que tiene un problema (porque es negativa, belicosa, catastrófica, etc.), puedes mantener una distancia emocional que te permite observar su comportamiento `desde afuera’, sin que te afecte.
Alejarte. Si esta persona no es esencial en tu vida, puedes diluir la relación. Muchas veces la costumbre nos “ata” a amistades tóxicas. Y busca generar un círculo de amistades nutritivas que te brinden amor, apoyo y guía.
Sanar la relación. Si la relación es importante para ti, haz saber a a esa persona de qué manera te está afectando. No se trata de enfrentarla, herirla ni atacarla. Sino sencillamente expresar cómo te sientes y porqué valoras la relación deseas que ésta cambie.
Entrenar nuestra capacidad de poner límites amable pero firmemente. Nadie merece ser maltratado. Es nuestro derecho decir que “No” frente a la descalificación o manipulación del otro. Desarrollemos la asertividad que es la capacidad de expresar adecuadamente lo que pensamos y sentimos.
Entrenar la autoestima: Cuanta mayor confianza tengas en ti mismo, menos te afectarán las relaciones tóxicas, menos “permiso” darás a este tipo de personas a invadirte e intoxicarte con su “basura emocional”
Muchas veces no son las personas toxicas las que hay que cambiar, sino, nuestra manera de relacionarnos con ellas. Sobretodo entender que una persona tóxica nos puede dañar si nosotros le dejamos abierta la puerta de nuestra vida, para que lo haga.
Y en tu vida….¿ Te has encontrado a este tipo de personas? ¿ Qué haces al respecto? ¿Quieres continuar siendo una persona intoxicada por ella. Puedes salir de esa relación. Tuya es la decisión
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