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domingo, diciembre 15, 2024
Hacer uso de propaganda alarmista puede salir muy caro

Hacer uso de propaganda alarmista puede salir muy caro

Ya en 2014 Fernando Rodeles, Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y consultor experto en comunicación estratégica, realizaba un análisis de esta cuestión que, en términos breves y concisos, utilizaba ejemplos claros extraídos de los quince años previos de la política argentina para explicar de manera fácil de comprender este hecho.

Y es que esta clase de estrategias son muy favorecidas por una pasmosa cantidad de figuras políticas, no solo en Argentina, sino en toda América Latina y en el resto del mundo, a pesar de los riesgos evidentes que entraña esta práctica, pues de producirse ese suceso que, según se ha afirmado, supondría una hecatombe, es probable que dicha hecatombe no tenga lugar, o lo haga de un modo distinto al presagiado, dejando en cualquier caso en evidencia a quien emitió la predicción. Pero mejor será pasar a enumerar los ejemplos que hemos mencionado para que la lección resulte más clara.

 

Encontramos el primero apenas comenzado este siglo, cuando hacia finales de 2001 la Alianza se dedicaba a asegurar que de no realizarse ajustes “el país sería un caos”. Al principio la estrategia pareció haber funcionado bien, dado que dichos ajustes se hicieron. Sin embargo, una vez esto ocurrió, ese caos que habían vaticinado se hizo realidad de todos modos.

 

Damos un salto en el tiempo para situarnos a mediados de 2009, donde otra vez se produjeron numerosas advertencias, que casualmente coincidieron con el período de elecciones legislativas. El ex presidente Néstor Kirchner (quien se presentaba para diputado por Buenos Aires) advertía de que en caso de que Cristina Fernández no obtuviera la mayoría, el país volvería a la situación que hemos mencionado en el párrafo anterior. Aquí nos encontramos con que el alarmismo no dio frutos, ya que perdieron esta mayoría en las dos cámaras. ¿Se cumplió la profecía? No. Es más, su gobierno se prolongó durante otro período.

 

En ambos casos, aunque el fatalismo arrojado a las masas obtuvo resultados opuestos, los responsables de haber vaticinado una situación de caos que solo su alternativa podría evitar (o eso afirmaban ellos) quedaron en evidencia cuando llegó el momento de la verdad. Resumiendo, jugaron a un juego peligroso, y perdieron.

 

Por aquellas fechas sus adversarios advertían también de los males que se cernían sobre la población, pues Francisco de Narvaéz, candidato de Unión Pro en la misma provincia que Kirchner, aseveraba que si este último ganaba, atacaría a las empresas privadas, a los bancos y a los medios de comunicación. En parte todo apunta a que estaba en lo cierto, ya que incluso sin haber ganado, Kirchner expropió varias empresas y cargó contra algunos medios.

 

La cuestión aquí no es que la predicción fuera falsa, tal vez ni siquiera fuese demasiado exagerada, pero de nuevo  lo que se planteaba como remedio para prevenir que se cumpliera la predicción probó ser inútil, ya que se cumplió de todas formas.

 

Llegamos ahora al año en que se produzco el comentario del que hablamos al comienzo; 2014. En esta ocasión el primer paso lo dió el kirchnerista Alex Freyre, quien padece de HIV, que en una de sus polémicas intervenciones advertía a Aníbal Pachano, actor que sufre de la misma enfermedad, que si Massa o Macri salían elegidos ellos dos habrían muerto para 2016, pues no habría dinero para importar los medicamentos que necesitaban debido a que este se destinaría al pago a los fondos buitre.

 

Más allá fueron Sergio Urribarri, gobernador de Entre Ríos, y José Alperovich, su homónimo en Tucumán, cuando dijeron que de no dar las votaciones los resultados que, de nuevo una gran casualidad, ellos deseaban, la población se quedaría sin pensiones, sin asignación universal por hijo e incluso sin remedios en los centros hospitalarios.

 

Estas afirmaciones por su parte no tardaron en demostrar ser bastante imprudentes. El Gobierno, al recurrir a estos métodos fatalistas, daba a entender  que empezaba a notar sus propias debilidades y con ello crecía su temor a no contar con el apoyo de los votantes. Peor todavía, eran especulaciones graves que la oposición fue rápida en rebatir, adoptando el compromiso de que ese escenario no se produciría si ganaban.

¿Qué conclusión se saca de lo anterior dicho? Que cuando se opta por la estrategia de extender el miedo a lo que el adversario pudiera hacer de obtener la victoria, se debe tener muy en cuenta que el oponente no se quedará callado, al contrario, más pronto que tarde se pronunciará para garantizar lo contrario. Por tanto se le está dando una oportunidad clara de contraatacar. En cambio, realizada de manera más sutil ofrece mayores ventajas. En este contexto se entiende por sutileza la eliminación de un intermediario reconocible, favoreciendo que el temor se extienda a través de la misma población como un virus, sin que pueda determinarse con tanta facilidad su origen. Tristemente, las personas son a menudo muy sencillas de manipular, sobre todo los grupos numerosos.

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