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martes, marzo 19, 2024
¿Puede Cristina Kirchner volver a la presidencia? Por Sergio Berensztein

¿Puede Cristina Kirchner volver a la presidencia? Por Sergio Berensztein

La historia demuestra que a los exmandatarios no les fue bien a la hora de volver a competir en las elecciones. La analogía con Lula.

A un poco más de un año de las elecciones presidenciales de 2019, las especulaciones sobre quiénes serán los futuros candidatos y qué intención de voto alcanzará cada uno son prácticamente un ejercicio de ciencia ficción. Se supone que tanto el presidente Mauricio Macri como la ex, Cristina Kirchner, van a participar. Pero si uno de los dos, o ambos, llegaran a bajarse, cambiaría totalmente el escenario. Es decir, dada la complejidad del contexto político y económico actual es difícil vislumbrar cómo estará configurado el mapa electoral del año que viene. Pero más allá de la natural imprecisión de cualquier ejercicio de futurología política, una cuestión que genera particular interés en la opinión pública es la posible candidatura de Cristina.

Sin duda ella puede ser candidata, a menos que haya un espectacular vuelco en la causa de los cuadernos y el Senado ceda a las presiones de la sociedad para suspenderle los fueros. ¿Cuáles son las probabilidades de que Cristina vuelva a ser presidenta? Teniendo en cuenta que a esta altura estamos en un terreno meramente especulativo, conviene comenzar reflexionando en términos históricos. La historia nunca provee leyes inexorables pero sí da una idea de cuán probables pueden ser algunos acontecimientos. En ese sentido, la pregunta crucial es, ¿qué tan competitivos han sido los expresidentes en la Argentina desde el ’83 hasta la fecha? ¿Cómo les fue cuando se volvieron a postular a un cargo electivo? En nuestro país, en general, los políticos no se retiran, siempre intentan hasta último momento formar parte del proceso político, incluyendo aquellos que alcanzan la cúspide del poder. A menudo regresan para recuperar algo del prestigio o la influencia perdida; o bien lo hacen por otros motivos más extremos (como la inmunidad parlamentaria, hoy tan en boga sobre todo en el Senado).

En el caso de Raúl Alfonsín, la crisis hiperinflacionaria en la que terminó su gobierno lo obligó a transitar un período de notable impopularidad, por lo menos, hasta su grave accidente de auto en 1999. Pero en 2001 decidió postularse como candidato a senador por la provincia de Buenos Aires, salió segundo con un porcentaje muy ajustado y al poco tiempo renunció luego de un confuso episodio de tráfico de influencias en el ascenso de un juez.

Carlos Menem intentó volver a ser presidente en 2003. Compitió contra Néstor Kirchner, le ganó por una escasa diferencia en la primera vuelta pero luego se negó a presentarse en el balotaje. Su decisión estuvo motivada por el hecho de que todos los sondeos sugerían un triunfo abrumador del santacruceño. En 2005 fue electo senador por La Rioja, cargo que ocupa hasta el día de hoy, pero nunca volvió a tener un rol relevante a nivel nacional.

También están los casos de los presidentes provisionales que sucedieron a Fernando de la Rúa después de su renuncia. Ni Adolfo Rodríguez Saá ni Eduardo Duhalde fueron competitivos cuando buscaron llegar por los votos a la Casa Rosada. Otro ejemplo particularmente relevante es el del propio Néstor Kirchner cuando se presentó como candidato a diputado en 2009 por la provincia de Buenos Aires. Había terminado su presidencia dos años antes con una imagen favorable significativa, sin embargo, perdió contra Francisco de Narváez (aliado con Macri y Felipe Solá). Para culminar con esta curiosa saga, quien también ratifica la falta de competitividad de los expresidentes durante esta última etapa de transición a la democracia es la propia Cristina. El año pasado en las elecciones legislativas perdió contra Esteban Bullrich en la provincia de Buenos Aires para el cargo de senadora nacional; se trata del distrito que aún hoy más la apoya. A partir de estos antecedentes, se podría concluir que, al margen de acumular ilimitables recursos políticos, económicos y también simbólicos, los expresidentes no son exitosos cuando regresan a la arena político-electoral.

Previo al año ’83 la historia no es muy diferente. Un rápido repaso de nuestra turbulenta historia política marca que solo tres expresidentes regresaron al poder después de haberlo abandonado. Hay que tener en cuenta que hasta 1994, con el Pacto de Olivos, no había posibilidad de reelección, por lo que volver a la presidencia era muy complicado. El caso más importante de retorno al poder fue el de Julio Argentino Roca. Terminó su primer mandato en 1876 y luego asumió el segundo en 1898 hasta 1904. Fue, en efecto, el único presidente que volvió al poder y terminó su mandato. Hipólito Yrigoyen fue reelecto en 1928 pero luego fue derrocado por el golpe de José Félix Uriburu en septiembre de 1930. Juan Domingo Perón también retornó al poder en el ’73 pero murió a mediados del año siguiente.

Cristina tiene muchos atributos como líder política, pero no alcanza la dimensión de quienes constituyen, en mi opinión, los tres presidentes más importantes de la historia política argentina (sumaría tal vez a Alfonsín). Roca fue el creador del PAN, Yrigoyen, el padre del radicalismo y Perón conformó la fuerza política que más tiempo gobernó en el país. La situación de Cristina es muy distinta: la mayoría de los dirigentes de su propio partido la rechaza y el principal objetivo de los potenciales candidatos del peronismo anti K es evitar que ella capitalice el desgaste que está sufriendo el Gobierno.

Por otro lado, Roca, Yrigoyen y Perón regresaron al poder perteneciendo al partido que estaba gobernando. Es decir, eran los candidatos «incumbentes», con las enormes ventajas que eso siempre implica. En el caso de Cristina, ¿podrá acaso en su actual debilidad, acosada por la Justicia, con su dinero embargado y alejada en la práctica de los principales dirigentes del PJ, volver al poder estando en contra de su partido y también naturalmente del gobierno nacional?

Cristina siempre se miró en el espejo de Lula da Silva. El fundador del Partido de los Trabajadores (PT) indudablemente sigue teniendo un piso de apoyo fenomenal y su sucesor, Fernando Haddad, aparece segundo en las encuestas detrás del ultraderechista Jair Bolsonaro con muchas chances de ganar en una eventual segunda vuelta. En efecto, una encuesta de Ibope divulgada esta semana pronosticó un 28% de intención de voto para Bolsonaro y un 19% para Haddad. De todos modos, como incluso sugiere The Economist, un giro al centro de Haddad aumentaría enormemente sus posibilidades de ganar en segunda vuelta. La analogía para Cristina es peligrosa: el PT puede ganar sin Lula de candidato solo si gira hacia el centro y se modera (¿será por eso que Haddad niega cualquier chance de indultar a Lula o interferir en las investigaciones judiciales?). Ella sigue teniendo mucho apoyo y es una figura política relevante, pero como le pasó a Lula, quien está inhabilitado para presentarse como candidato al estar condenado por delitos de lavado de dinero y corrupción, puede que eso no le alcance para ser otra vez presidenta.

Otro elemento a considerar sobre las elecciones del año próximo, es que a raíz del escándalo de los cuadernos y como también lo muestra el caso del Lava Jato, será difícil conseguir fondos de campaña dado que el sector privado está reacio a financiar a la política. Habrá que ver si el Parlamento vota otro esquema de financiamiento que le asegure a los candidatos el dinero para hacer campaña. Es muy importante que los candidatos tengan estos recursos porque los ciudadanos deben contar con una variedad de opciones que reflejen sus pensamientos, preferencias e ideologías.

En la próxima campaña van a ser muy relevantes, como ocurre también en todo el mundo, los equipos que sepan hacer marketing digital y que puedan utilizar las redes sociales estratégicamente para llegar a todos los votantes. Será crucial que sepan segmentar audiencias y elegir a los influenciadores capaces de replicar por distintos canales los mensajes de los candidatos. Para eso hacen falta equipos con experiencia, y en este sentido, el equipo de Cambiemos corre con una enorme ventaja. Desde el año 2005, Macri como candidato está invicto. Fue electo diputado en 2005, jefe de Gobierno en 2007 y 2011 y presidente de la Nación en 2015. El año pasado el equipo electoral de Cambiemos también mostró su capacidad y los recursos que tiene al ganar una elección en un contexto muy competitivo. En términos comparativos, la habilidad del Gobierno para hacer comunicación digital versus la del peronismo no K y también la de Cristina, es claramente superior.

Aunque en un país tan volátil como la Argentina las probabilidades nunca son nulas, la probabilidad de que Cristina vuelva a ser presidenta, por las razones recién expuestas, son por lo menos, limitadas. Sólo el tiempo nos permitirá contestar este interrogante. Pero al menos en principio, los precedentes existentes no son en absoluto auspiciosos para ella.

Fuente: Tn

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