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viernes, abril 19, 2024
Héctor Magnetto : "Los Kirchner se metieron con nosotros porque éramos un obstáculo para poder eternizarse"

Héctor Magnetto : «Los Kirchner se metieron con nosotros porque éramos un obstáculo para poder eternizarse»

Lo afirmó Héctor Magnetto, CEO del Grupo Clarín, durante una charla con Martín Sivak, quien acaba de lanzar Clarín. La era Magnetto. En este fragmento que Infobae publica, revela detalles de sus encuentros y analiza la relación del empresario con el poder

Para que haya un divorcio hay que estar casado. Nunca estuvimos casados con los Kirchner.
Héctor Magnetto hizo esta observación en una de las dos largas conversaciones que mantuvimos en enero y en mayo de 2015.

Aquel primer encuentro ocurrió una tarde templada del verano de 2015. Apenas habían pasado cuatro días desde que se conociera la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman. En la oficina del hombre de Clarín no entraba la realidad de ese momento dramático: durante cinco horas, Magnetto recorrió la historia de los veinticinco años de la empresa, que van de la posguerra de Malvinas a la asunción de Néstor Kirchner. También en mayo se abstrajo hasta de las llamadas telefónicas para hablar del conflicto con el kirchnerismo.

El CEO cree que el país estuvo muy cerca de terminar en una tiranía, que hubiese implicado un cambio de régimen.

—¿Por qué (los Kirchner) se metieron con nosotros? Por nuestra llegada a un sector importante de la sociedad argentina. Éramos un obstáculo para un poder hegemónico y autoritario que pretendía eternizarse. En la Argentina se producen vacíos de poder que los llena rápidamente quien controla el Estado. Los medios del Grupo Clarín, con (Carlos) Menem y con Kirchner, actuaron como un límite a los circunstanciales ocupantes del Estado. Es lo que sucede con la prensa que cumple con su tarea.

Del tabú a la saturación

Clarín, fenómeno periodístico, político, cultural y empresarial, no se estudió ni se discutió lo suficiente hasta aquel año de clivaje: 2008. Cuando terminó la década de 1970 sólo se habían acumulado santorales sobre su director y fundador, Roberto Noble.

Desde 1984 se publicaron un puñado de libros que se catalogaron de malditos, como «Diario de la Argentina», de Jorge Asís. El gobierno de Menem financió la novela aún inédita de Mario Krasnov, periodista de Clarín durante diez años.

En la prensa, Julio Ramos realizó un seguimiento y una crítica que se volvieron sistemáticos desde su Ámbito Financiero y convirtieron al gran diario argentino, por primera vez, en un tema de la política.

Las Ciencias Sociales no le prestaron demasiada atención. Una manera de cuantificarlo es con la cantidad de tesinas que produjo la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA): trece sobre Clarín hasta 2008, varias de ellas sobre las renovaciones de sus secciones. Tampoco otras disciplinas abordaron el tema.

Todo cambió cuando el kirchnerismo se propuso un revisionismo particular. Para la flamante narrativa gubernamental, las publicaciones y las omisiones de Clarín constituyeron, desde 1976 en adelante, un hilo conductor imprescindible para entender la Argentina reciente.

Un video celebró el día en que la Corte Suprema debía fallar sobre la Ley Audiovisual, el 7 de diciembre de 2012, o 7D en su eslogan bélico. Como su tema era la democracia, al intentar sintetizar treinta años en pocos minutos, la gestión de Raúl Alfonsín quedó condensada en un párrafo hostil que el ex presidente le había dedicado a Clarín en un mercado de Flores en 1987, una de las tres veces en las que se permitió responder en público al medio que criticó su gestión a treinta días de haber asumido.

—Para que haya un divorcio hay que estar casado. Nunca estuvimos casados con los Kirchner.
Héctor Magnetto hizo esta observación en una de las dos largas conversaciones que mantuvimos en enero y en mayo de 2015.
Aquel primer encuentro ocurrió una tarde templada del verano de 2015. Apenas habían pasado cuatro días desde que se conociera la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman. En la oficina del hombre de Clarín no entraba la realidad de ese momento dramático: durante cinco horas, Magnetto recorrió la historia de los veinticinco años de la empresa, que van de la posguerra de Malvinas a la asunción de Néstor Kirchner. También en mayo se abstrajo hasta de las llamadas telefónicas para hablar del conflicto con el kirchnerismo.
El CEO cree que el país estuvo muy cerca de terminar en una tiranía, que hubiese implicado un cambio de régimen.
—¿Por qué (los Kirchner) se metieron con nosotros? Por nuestra llegada a un sector importante de la sociedad argentina. Éramos un obstáculo para un poder hegemónico y autoritario que pretendía eternizarse. En la Argentina se producen vacíos de poder que los llena rápidamente quien controla el Estado. Los medios del Grupo Clarín, con (Carlos) Menem y con Kirchner, actuaron como un límite a los circunstanciales ocupantes del Estado. Es lo que sucede con la prensa que cumple con su tarea.
Del tabú a la saturación
Clarín, fenómeno periodístico, político, cultural y empresarial, no se estudió ni se discutió lo suficiente hasta aquel año de clivaje: 2008. Cuando terminó la década de 1970 sólo se habían acumulado santorales sobre su director y fundador, Roberto Noble.
Desde 1984 se publicaron un puñado de libros que se catalogaron de malditos, como «Diario de la Argentina», de Jorge Asís. El gobierno de Menem financió la novela aún inédita de Mario Krasnov, periodista de Clarín durante diez años.
En la prensa, Julio Ramos realizó un seguimiento y una crítica que se volvieron sistemáticos desde su Ámbito Financiero y convirtieron al gran diario argentino, por primera vez, en un tema de la política.
Las Ciencias Sociales no le prestaron demasiada atención. Una manera de cuantificarlo es con la cantidad de tesinas que produjo la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA): trece sobre Clarín hasta 2008, varias de ellas sobre las renovaciones de sus secciones. Tampoco otras disciplinas abordaron el tema.
Todo cambió cuando el kirchnerismo se propuso un revisionismo particular. Para la flamante narrativa gubernamental, las publicaciones y las omisiones de Clarín constituyeron, desde 1976 en adelante, un hilo conductor imprescindible para entender la Argentina reciente.
Un video celebró el día en que la Corte Suprema debía fallar sobre la Ley Audiovisual, el 7 de diciembre de 2012, o 7D en su eslogan bélico. Como su tema era la democracia, al intentar sintetizar treinta años en pocos minutos, la gestión de Raúl Alfonsín quedó condensada en un párrafo hostil que el ex presidente le había dedicado a Clarín en un mercado de Flores en 1987, una de las tres veces en las que se permitió responder en público al medio que criticó su gestión a treinta días de haber asumido.
La contienda Kirchnerismo vs. La Corpo —el sobrenombre que transformaba un sustantivo en un calificativo de desprecio— habilitó discusiones interminables y consolidó una serie de clichés sobre la historia del multimedios durante el período democrático:
• Ningún presidente puede soportar cuatro tapas negativas de Clarín.
Todos los presidentes las padecieron. En ninguno de los casos de renuncia antes del fin del mandato la cobertura incidió de manera significativa.
• Clarín es oficialista al principio, hasta que obtiene los beneficios que busca del gobierno, y luego se vuelve un opositor feroz.
Desde la recuperación de la democracia, Clarín fue muy crítico de Alfonsín —en especial de su política económica— y no obtuvo beneficios significativos. Antes de jurar, Menem se comprometió a entregar los canales públicos —Clarín se quedó con el 13— y desde 1991, en un lento crescendo, encontró un perfil opositor que mantuvo con más énfasis durante su segunda presidencia (1995-1999). Desde el gobierno de la Alianza (1999-2001, que Clarín respaldó sin ambigüedades), tomó una posición única en su historia: se propuso ser un pilar de la gobernabilidad y de la convertibilidad. En el segundo tema pesaba una razón de orden práctico: hacia fines de 2001 debía 1.200 millones de dólares. Desde la devaluación hasta el conflicto con el campo, acompañó también a Eduardo Duhalde (2001-2001) y a Néstor Kirchner (2003-2007).
• Hubo diálogos inverosímiles entre Magnetto y los presidentes.
—Usted quiere mi puesto —dicen que dijo Menem.
—Puesto menor —habría murmurado el CEO.
Ninguno de los mandatarios protagonistas de esos intercambios lo confirmó. Magnetto, por su parte, no los toma en serio: nunca se permitiría esas frases altisonantes.
La presidente Cristina Fernández de Kirchner dio por cierto una conversación entre el número uno del Grupo y su antecesor y cónyuge, en la cual Magnetto habría vetado su candidatura presidencial de 2007. Ella se diferenció de su marido: evitó el roce y la negociación. Fue intransigente y hostil. Optó por discursos encendidos y acciones perjudiciales para el Grupo. Consolidó a Magnetto como el adversario político mayor. Si su marido gobernó con Clarín, ella gobernó contra Clarín.
En pleno conflicto por las retenciones al agro juzgó que un dibujo de Hermenegildo Menchi Sábat sintetizaba el espíritu golpista del matutino:
—Además de apoyar el lock out al pueblo, han hecho lock out a la información, cambiando, tergiversando, mostrando una sola cara. Son los mismos que hoy (publicaron) mi caricatura (con) una venda cruzada en la boca, en un mensaje cuasimafioso.
Desde ese momento no modificó su enfoque, ni siquiera cuando reconoció el vínculo cercano entre Néstor Kirchner y Magnetto. Dijo en medio del escándalo por la muerte de Nisman:
—Es cierto que cuando hablo por cadena nacional se les dificulta apenas un poquito la tarea destructiva y depredadora de lo institucional. Pero la libertad de prensa, por suerte, no sufre mella. La cadena nacional del desánimo y el odio, comandada por Clarín, goza del privilegio de la libre expresión los 365 días del año, durante las veinticuatro horas.
Un eje de la narrativa anticlarinista sostiene que el multimedios apunta contra los gobiernos para arrebatarles prebendas, como si el poder político fuera una víctima indefensa.
Sin embargo, una gestión tras otra, de Alfonsín a los Kirchner, logró establecer normas de convivencia con el diario devenido grupo. Aquellos que pretendieron buenos modos creyeron que, si beneficiaban a los medios, obtendrían favores mayores, y por eso las concesiones que se entregaban les resultaban módicas. Nunca se trató de un toma y daca explícito, pero Clarín consiguió importantes apoyos del poder político argentino, y viceversa. Presionó con tapas, editoriales y artículos, y también con lo que no publicaba. Un juego de ajedrez continuo y tenso con las fracciones de cada gobierno trazó planes de conflicto y planes de entendimiento.

«Clarín. La era Magnetto», de Martín Sivak (Planeta).

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