Cómo reducir el costo de nuestras facturas: cuando lo barato sale caro

Por Salvador Gil (*) El costo de la energía en Argentina, y en particular en el AMBA, se ha incrementado considerablemente en los últimos tiempos, pero aún dista de tener valores internacionales. De hecho nuestros vecinos -Uruguay, Chile y Brasil-, tienen tarifas eléctricas que aún hoy duplican las locales. Esta reflexión indica que la energía es costosa, y necesitamos hacer un uso racional y eficiente de ella. Esta conducta deberá sostenerse y profundizarse en el futuro. El uso racional y eficiente de la energía es una conducta que no sólo nos beneficia económicamente, ya que así podremos disminuir el costo de nuestras facturas, sino que al mismo tiempo contribuye a preservar valiosos recursos naturales para las próximas generaciones y disminuir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, responsables en gran medida del calentamiento global y cuyas consecuencias son cada vez más visibles. De todos los consumos que hacemos, los que más impactan en nuestras facturas son aquellos que hacemos cotidianamente en forma regular y a lo largo de todo el año. En esta categoría están el calentamiento de agua sanitaria, que usamos para ducharnos y lavar la vajilla, la conservación de alimentos (la heladera) e iluminación. Es en estos consumos donde podemos hacer cambios que pueden reducir nuestros consumos en energía. Teniendo en cuenta el costo de la electricidad, a lo largo de la vida útil de una lámpara LED actual, el costo total de iluminación usando lámparas fluorescentes compactas (LFC) es 1,6 mayor que la de LED y con incandescentes halógenas de una 6,1 veces mayor que la de LED. En particular, en esta nota quiero referirme al caso de la iluminación, que en general constituye entre el 10% y el 20% del consumo eléctrico de nuestras casas. La iluminación se usa en general por varias horas a la noche y a veces también durante el día. En toda vivienda hay por lo general un conjunto de lámparas que usamos por varias horas todos los días y estás son las más influyentes en el consumo. Luego hay por lo general otras que solo se usan ocasionalmente. A la hora de elegir la lámpara que usamos, tenemos varias alternativas: lámparas LED, la fluorescentes compactas (LFC) conocidas comúnmente como lámparas de bajo consumo y las incandescentes halógenas. Las más eficientes son la LED, le siguen las LFC que consumen casi el doble de electricidad para producir la misma iluminación y por último la incandescentes halógenas que tienen un consumo unas 8 veces mayor que las LED. Las más baratas son las incandescentes halógenas, que con una potencia de 60 W cuesta unos $25 y tiene una duración de unas 1000 horas. Le siguen las LFC que para producir la misma iluminación cuesta unos $75 pero con una duración 10 veces mayor. La más cara es la lámpara LED, que para producir la misma iluminación cuesta unos $125, pero con una duración que va entre unas 30 a 50 veces mayor que las incandescentes. A primera vista las incandescentes parecen las más económicas, pero si reparamos que la única razón por la que adquirimos una lámpara es porque la vamos a encender, es justo y razonable que incluyamos el costo de la energía en este cálculo. Para hacer las cosas más claras, vamos a calcular el costo de mantener las lámparas iluminando por unas 30000 horas, que es la vida útil de una LED. Para lograr iluminarnos por esa cantidad de horas, vamos a necesitar unas 3 LFC y unas 30 incandescentes. Así las cosas, los costos de las lámparas ahora son: $750 la incandescente, $225 la LFC y $125 la LED. Si a este costo agregamos el costo de la electricidad a razón de 1 $/kWh, que es lo que paga un usuario medio de AMBA o Santa Fé, el costo de la iluminación por las 30 mil horas es ahora de: $400 con LED, $650 con LFC y $2400 con incandescentes halógenas, es decir unas 6 veces más que con lámparas LED. Como vemos, la iluminación más eficiente, con LED, no sólo es mejor para el medio ambiente sino también para nuestro presupuesto. Esta es una de las características generales